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El legado inconcluso de San Martín

"Despierta el entusiasmo de los criollos quienes se suman a la causa independentista en Trujillo, Lambayeque Piura, Chachapoyas, Pasco, y otros cabildos".

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Fecha Publicación: 25/07/2021 - 20:00
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Por el equipo de elbicentenario.pe

Don José de San Martín y Matorras (1778-1850), juntamente con Miranda, Bolívar, O’Higgins, Sucre y Belgrano, son las figuras de la gran utopía americana de liberar una parte de la humanidad del yugo de la dominación.

Liberó las Provincias de Río de la Plata, Chile y Perú. Como oficial realista, se vio impactado por la lucha independentista de los españoles contra la invasión napoleónica en la península ibérica. Encontró una contradicción en lo que reclamaban estos en Europa y la dominación que ejercían en América. Puso su espada al servicio de la independencia de su patria, se alineó con los partidarios de la unidad continental, que además reivindicaban la identidad originaria, preservando a cualquier precio la unidad americana.

En esta compleja geopolítica, San Martín dirige el audaz ataque preventivo a la casamata del poder colonial: Perú. Despierta el entusiasmo de los criollos quienes se suman a la causa independentista en Trujillo, Lambayeque Piura, Chachapoyas, Pasco, y otros cabildos. En una guerra de movimientos pone en crisis al bando realista que se divide y abandona la capital. Mientras que él proclama la independencia y establece el Protectorado.

En la vanguardia victorias, en la retaguardia derrotas. Los realistas se han reconstituido con dos poderosos ejércitos, la logística de guerra es precaria en el bando patriota. Pide ayuda a Chile, donde se han desatado las pasiones que debilita a su principal aliado O’Higgins; recurre a Argentina, donde Rivadavia le niega todo auxilio. En Perú los exaltados lo cubren de reproches y calumnias. El Congreso limita sus poderes militares, se suceden reveses y deserción.

Llega al límite de su paciencia, solicita ayuda a Bolívar en Guayaquil, en el trayecto lo hieren políticamente, en Lima deponen a “su brazo ejecutor” su ministro Monteagudo. Nadie sabe a ciencia cierta que hablaron en dos días estos dos gigantes. Quizá compartieron sus angustias: a todo lo que padecía San Martín, Bolívar no lo pasaba mejor, el Congreso de Bogotá dominado por Santander le negaba la autorización y los recursos para auxiliar al Perú. Ambos compartían la incomprensión del proyecto continental, eran caudillos solitarios ante la magnitud de la utopía soñada.

Al retornar al Perú ante la inminencia de la guerra civil entre criollos, dejó el país, para seguir su vía crucis: en Chile sus principales aliados habían sido proscritos, pidió permiso para ingresa hacia las Provincias Unidas del Río de la Plata y el gobernador le dijo que podía ser enjuiciado por “desacato” y por lo tanto solo garantizarían su integridad escoltada, si se comprometía a embarcase fuera del territorio, hacia su exilio europeo.

En tanto en el Perú, el general realista Canterac recapturó Lima. Se dio un golpe de Estado. A poco se da una controversia violenta entre el Parlamento y los militares, después una guerra civil en el bando patriota (Riva Agüero vs. La Mar), impaga deserta la guarnición del Real Felipe. Riva Agüero el golpista, le envía una carta a San Martín invitándolo a comandar a sus partidarios en Trujillo. San Martín le contesta fulminante: ¡Es incomprensible su osadía grosera al hacerme la propuesta de emplear mi sable en una guerra civil!

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