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Jorge Morelli

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El oficialismo tiene 50 votos en el Congreso que no le permiten hacer cambios a la Constitución a menos que la oposición los respalde. Eso no lo ignora el partido de gobierno, que buscaría ahora disolver el Congreso. Tendrá que conseguir la disolución de manera constitucional, sin embargo, o el gobierno se pondrá fuera de la Constitución, del Estado de derecho y de la democracia.

Pedro Castillo ha reiterado en su proclamación: “no somos chavistas, no somos comunistas, no somos extremistas, menos terroristas”. Y una vez más, en este su discurso inaugural, no mencionó la asamblea constituyente.

Como es costumbre en tales ocasiones, sin embargo, las emociones expresadas son solo viento de palabras a menos que los actos prueben lo contrario.

El problema es la recaída en la pobreza de la mitad de la clase media, y lo que en primer lugar importa es qué hacer ante esta realidad, en la que millones se ahogan en mitad del río. Pero desde ninguna de las dos orillas llega ayuda.

La falla en la arquitectura de nuestra democracia de baja gobernabilidad origina una y otra vez el conflicto de poderes.

Las comunidades andinas y amazónicas quieren explicablemente que se les entregue la propiedad de los recursos naturales bajo sus tierras. Pero eso no va a suceder ni siquiera en la versión más radical de la constitución que la izquierda quisiera poder aprobar.

La Convención que escribirá la Constitución de Chile se instala el 4 de julio, en menos de dos semanas. Sus integrantes fueron elegidos el 15 y 16 de mayo pasado.

Las discrepancias entre Vladimir Cerrón y Pedro Castillo parecen haber llegado a su punto de saturación y la fractura entre el candidato y el secretario general del partido puede ser inminente.

El dólar está ya cerca de cuatro soles e impacta con fuerza en los precios del trigo para el pan y los fideos, y del maíz para alimento de los pollos, que en ambos casos importamos en su totalidad a precios que, además, se están disparando en la economía global postpandemia. El alza del dólar ya genera inflación en soles y la inflación provoca una mayor alza del dólar. Y esto empeora.

Ha reaparecido en estas elecciones nuestro más antiguo conflicto: el que separa a la Sierra del Sur de la Costa Norte del Perú. Las encuestas están mostrando preferencias del orden del 70% de uno y otro lado en una encrucijada que es mucho más que un mera contienda política de izquierda y derecha. La feroz polarización actual tiene poco de debate político.

Somos una nación en la frontera de un imperio que ha perdido la fe en sí mismo. Hace ya 50 años que Estados Unidos perdió la guerra de Viet Nam. El pueblo americano no entendió por qué debía enviar a sus hijos a morir al otro lado del Océano por una causa ya sin legitimidad.

De más de 25 millones de electores hábiles en la primera vuelta, el 30 por ciento sencillamente no fue a votar. Y los votos blancos y viciados sumaron otro 19 por ciento. El 49 por ciento, casi la mitad de los electores peruanos, no pudo, no supo o no quiso elegir.

Tres equipos, cada uno con su programa, se disputan a Castillo. El análisis no es difícil cuando los hechos son claros.
Cerrón se cree dueño de Castillo. Su plan es el del comunismo ortodoxo de Trotsky y Lenin: tomar el poder en días.

Para Cerrón los cubanos de hoy son unos blandos que firman hojas de ruta. Los otros dos equipos creen que podrán separar a Castillo de Cerrón.

Finalmente nuestra democracia de baja gobernabilidad ha hecho crisis. El círculo vicioso que la atrapa desde hace dos siglos prepara nuevamente la recaída en el autoritarismo.

Las elecciones del Perú de hoy son mucho más de lo que parece. Son la batalla crucial por los recursos naturales del Sur del Perú, Bolivia y Chile –cobre, litio, tierras raras- para el resto del siglo XXI. Es indispensable para las potencias globales controlarlos para disputar el liderazgo tecnológico en todos los campos de la economía global.

La receta del chavismo tendría, primero, que convocar mañosamente a un plebiscito -al que se le llamará referéndum para que parezca constitucional-. Segundo, el plebiscito preguntará si el pueblo está de acuerdo con que una asamblea constituyente apruebe una nueva constitución.

En las elecciones del domingo, el 40% del universo de electores hábiles –de unos 25 millones 288 mil peruanos- no fue a votar o votó en blanco o viciado. Son siete millones de personas.

La polarización de la primera vuelta ha sido deliberadamente generada desde ambos extremos porque conviene a ambos extremos. La polarización cedió al final, sin embargo, a medida que entraba la mayoría de electores, que se hallaba al margen.

Lo repetiré una vez más: las guerras se pierden por luchar contra el enemigo equivocado. Muchos de buena fe creen que estas elecciones son una cruzada contra la corrupción de la orilla opuesta. Pero la corrupción se halla en ambas. Enquistada en el Estado caviar en la orilla izquierda y en el remedo mercantilista del capitalismo en la derecha.

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