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Jorge Morelli

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La ministra de Economía, María Antonieta Alva, ha sido ratificada en el cargo. Este es el punto fijo del cambio de gabinete. Es un acierto mantenerla. No se cambia al timonel en medio de la tormenta.

La repartija de manazos del Legislativo y el Ejecutivo por la inmunidad de los primeros y el antejuicio de los segundos en la que ambos se despojan de sus respectivas armaduras es una pelea estúpida.

Cuando Adam Smith escribió su famosa imagen de la “mano invisible” para explicar que el mercado libre es la forma más eficiente de asignar los recursos para producir, lo hizo no en “La Riqueza de las Naciones” de 1776, sino en su ”Teoría de los Sentimientos Morales” de 1759.

Aparte de la maravillosa música de Burt Bacharach, nada tiene de especial el musical de los 70 montado en un gigantesco escenario hollywoodense sobre la estrafalaria idea de un misterioso paraíso oculto en medio de los nevados del Himalaya, que lleva ese nombre: Shan Gri La.
Nada, salvo que es la misma idea-fuerza tras las cruzadas del ambientalismo de hoy.

La capacidad de ponerse en los zapatos de otro se llama empatía. Es una virtud escasa. Incluso inexistente cuando la experiencia es limitada.

La solución es permitir a todas las empresas formales del Perú reabrir sus puertas y que ellas se encarguen de cuidar a sus trabajadores. Y permitir igualmente a las empresas informales reabrir. Son clientes o proveedores de las empresas formales y no pueden ser separadas unas de otras. El Gobierno debe delegar esa responsabilidad ahora ya en las empresas y en las familias.

La propuesta que hace el exministro de Economía Jorge Baca Campodónico en esta edición de EXPRESO es verdaderamente extraordinaria.

Lo primero es que las medidas para rescatar la economía del colapso tomadas hasta la fecha son por un monto que es la mitad de lo que hace falta.

El banco JP Morgan, símbolo de Wall Street y del sistema financiero de Nueva York, ha anunciado algo que significaría un vuelco total en la evolución de la crisis económica global derivada del coronavirus.

El coronavirus es una especie de metáfora de la enfermedad de la economía global. Un síntoma.

El virus puede ser letal para las personas que tienen una condición preexistente y las defensas bajas. El mercado global también padece una condición preexistente. Por eso el coronavirus ha logrado hacerlo colapsar.

“Delay” es el nombre oficial que da el National Health Service (NHS) del Reino Unido a su política de Estado ante el coronavirus. Mientras no haya cura o vacuna, no se puede impedir que el virus siga su curso hasta completar su ciclo, pero se lo puede domar. “Delay” significa demorar el contagio.

En la enrarecida atmósfera política y la histeria de sospecha que vivimos, pasa por un hecho normal la denuncia del aprovechamiento político por el gobierno de la emergencia del coronavirus.

Ni siquiera se advierte la insensatez.

En entrevista con la prensa extranjera en Lima hace poco, el embajador de China en el Perú nos ha recordado a los peruanos, muy diplomáticamente, el valor de la reciprocidad que los peruanos llevamos en el ADN y que nuestros antepasados llamaron ayni.

El éxito de la agroindustria del Perú no necesita demostración. Lo prueba el crecimiento impresionante de sus exportaciones. Pero sigue limitado por un cuello de botella. El puerto del Callao no da más. El Perú necesita una masiva infraestructura nueva para multiplicar exponencialmente su relación con la economía global.

El Foro de Sao Paulo es el brazo operativo del eje La Habana - Caracas - Buenos Aires y el DF mexicano. Lo fundaron Fidel Castro y Lula da Silva en 1990 para que el castrismo no se hundiera en Latinoamérica ante el descalabro de la Unión Soviética. Lo consiguieron realizando lo que fue la mayor ambición de Castro durante 60 años: apoderarse del petróleo de Venezuela.

Empresa que no entraba, quebraba. Partido político que no aceptaba, perdía. Ese fue el mecanismo de la corrupción. Los amos fueron siempre el Foro de Sao Paulo, el Partido de los Trabajadores de Brasil y sus aliados de La Habana, de Caracas que hoy, desesperados ante la derrota final, preparan una última ofensiva incendiando las ciudades desde Santiago hasta Bogotá.

Pasada la página de estas elecciones, podemos comenzar a pensar en las del 21.

Cada campaña es una obra que tiene un personaje. El que gana la eleción es el personaje, no el candidato. Es decir, gana el candidato que mejor represente al personaje.

El personaje lo elige de antemano la opinión pública, no el candidato, no el partido.

Indecopi no sabe qué hacerse con la papa caliente de la compra de Luz del Sur, de distribución de electricidad, por los mismos que compraron Chaglla, de generación de electricidad.

Ha entrado en lo que el vals El Pirata, de la Guardia Vieja, llama con elegancia hiperbólica “la parálisis de la inmovilidad”.

El pueblo peruano ha castigado al Congreso. No tendrá ningún poder. No habrá mayoría para nada importante. Es una bendición.

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