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Luis García Miró Elguera

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Luis García Miró Elguera

Según Jorge Salas Arenas, un juez que ha transitado por el partido comunista, que ha defendido a terroristas, y aún preside un desacreditado Jurado Nacional de Elecciones, el presidente del Perú es Pedro Castillo Terrones.

Según el Equipo Especial anticorrupción del Poder (a cargo de la Fiscal de la Nación, Patricia Benavides), Yenifer Paredes, hija putativa de Pedro Castillo, ingresaba a palacio procedente de Cajamarca el 6 de agosto, a bordo de un auto oficial perteneciente al despacho presidencial, que la había recogido del aeropuerto Jorge Chávez tras su arribo a Lima en un vuelo comercial.

Según indica la Fiscalía de la Nación, Lilia Paredes de Castillo Terrones “coordina la organización criminal” que lideraría su esposo Pedro Castillo. Pero, asimismo, lo haría “con plena autorización” de este último, quien continúa siendo el presidente de la República.

La candidez e inexperiencia de eso que llaman oposición en este Parlamento es corresponsable de la debacle nacional, larvada desde la apurada moción de confianza que presentara la briosa legisladora Patricia Chirinos, coincidentemente hija de quien fuera Enrique Chirinos Soto, uno de los más experimentados parlamentarios de los últimos tiempos.

Como suele ser rutina en este triste país, la escoria comunista se dedica a lustrarle los zapatos al dictador de turno, mientras los demócratas -practicantes de la corrección política- aguantan los azotes totalitarios, abocados a revisar cada punto y cada coma de una frondosa legislación y una clarísima Constitución, como únicas armas a disposición del Estado de Derecho.

El Perú no merece a un déspota como gobernante; a un extremista como cabeza de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional; a un iletrado al mando de la nación; a un imputado por corrupción disponiendo a su libre albedrío de la economía nacional. Vivimos en estado de alerta las 24 horas del día. La inestabilidad social, económica y política se multiplican cada minuto. El peruano vive enojado.

Pedro Castillo está desesperado. Siente en sus espaldas el peso de la ley. Alucina que pronto lo alcanzará el largo brazo de la Justicia. Un juez de la República ya ha enviado al penal a su altanera hija putativa. La Fiscal de la Nación considera que su esposa, sus cuñados -y también sus hermanos- pertenecen a la banda criminal que él preside.

Daría la impresión de que la inmensa mayoría de los peruanos -empezando por los estratos A y B de la población y terminando en nuestra incalificable ralea política- no entendiesen que lo que, hace un año, está en gravísimo peligro en nuestra nación es nada menos que la permanencia de la democracia; la continuidad de las libertades; la vigencia de la educación, la salud y la propiedad privada; l

El primer ministro Aníbal Torres no renunció sino puso su cargo “a disposición” del presidente, trámite que en el lenguaje oculto de la política con mayúscula significa renunciar al cargo. No fue el caso del Doctor Torres.

Nadie duda de que quien ocupa la presidencia del país sea un individuo imputado por presunta mega corrupción; aparte de un plagiario, mitómano, inculto, silvestre, incapacitado para gestionar hasta la más elemental de las funciones. Pero lo ocurrido el último viernes describe a este sujeto en su faceta prepotente y matonesca, característica de todo déspota.

El desgobierno se acentúa en medio de la desintegración del régimen Castillo, y una pose cada hora más radical de su cabecilla, perseguido muy cerca por la Justicia y apenas sostenido por una organización criminal camino a ser desbaratada, procesada y condenada.

La cleptomanía, mitomanía y mega corrupción, son características vertebrales de este “gobierno” que, hace ya 379 largos días, es presidido por un lego malicioso llamado Pedro Castillo. Son cerca de sesenta los ministros que han desfilado, en lo que va de este caos. Una gran mayoría de ellos improvisados, sin talla para el cargo, lamebotas del gerifalte y comentaristas de improvisaciones.

Si el Congreso no le pone freno a este desgobierno; a esta anarquía; a esta afrenta al ciudadano (a la que viene conduciéndonos un sujeto que solamente atina a enfrentar a la sociedad, dividiéndola en ricos y pobres; malos y buenos), lo más probable es que, a nivel nacional, estalle un conflicto sociopolítico que ponga en riesgo la vida y la salud de decenas de miles de peruanos que, inmersos e

En su vasta superficialidad, un simplón presidente Castillo aceptó ser entrevistado –al inicio de su gestión- por CNN, en interviú conducida por el periodista Fernando del Rincón. Aún estaba fresca la indignación general, producto del cuestionado resultado de las elecciones supervisadas por un sujeto apellidado Salas Arenas.

Dina Boluarte, la única vicepresidenta de este nefasto desgobierno, navega entre dos aguas que, más temprano que tarde, caerán al mar de sus desgracias. Es sirviente del comunismo, pro senderismo decidido a arruinar el Perú, corriente que encarna su jefe directo Pedro Castillo; y simultáneamente, coquetea con el ala caviar de esa izquierda criolla loca por gobernar.

Como buen marxista y pro senderista que es, Pedro Castillo insiste en el ataque como su mejor –y única- arma de defensa.

Otro engaño más de este decadente mandatario Pedro Castillo. Lo de la renuncia del primer Aníbal Torres fue un fogonazo para distraer la atención pública, concentrada en las cada vez más complejas comparecencias del inquilino de palacio ante el Ministerio Público. Castillo se ve contra las cuerdas.

Hay que ser cínico o ignorante para, tras la “renuncia” del ex primer ministro Aníbal Torres -en plena crisis política de gravísimas proporciones- proclamar “mañana mismo voy a anunciar la conformación de un nuevo gabinete de ancha base conformado por gente capaz” como hizo el irresponsable todavía mandatario Pedro Castillo.

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