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Luis García Miró Elguera

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Luis García Miró Elguera

La capacidad de indignación de los izquierdistas está circunscrita a que quien cometa alguna acción criminal nos sea cófrade suyo. A él debe perdonársele cualquier delito -“errar es humano”- pero al opositor hay que macerarlo en cicuta embalsamándolo en la perpetuidad del ostracismo. A mis amigos todo, a mis enemigos la ley. Es el dogma de la izquierda.

Sorpresivamente –al menos para la opinión pública– el 23 de mayo de 2020 llegó al Perú una delegación de cuatro médicos chinos. Según la agencia Andina, “para intercambiar ´experiencias´(¿acaso teníamos alguna?) en combatir la pandemia del coronavirus”.

Insistimos con la pregunta, presidente Sagasti: ¿Por qué demonios su régimen no ha comprado plantas de oxígeno, respiradores mecánicos, camas UCI, etc., durante los tres meses que lleva gestionando este país?

Evidentemente, a Vizcarra lo salva una Fiscal de la Nación decidida a no imputarlo, investigarlo ni acusarlo debidamente, siendo un ex presidente vacado por permanente incapacidad moral que desabasteció los hospitales en plena pandemia y se vacunaron él, su esposa y hermano –versión oficial- dejando a 32 millones de peruanos a merced del Covid.

¿Por qué no tienen oxígeno nuestros hospitales? En plena pandemia mortal, la gestión Sagasti, fiel defensora de Vizcarra, sigue asfixiando a decenas de miles de peruanos.

Curioso, ¿no? Los dos principales escándalos de corrupción en la historia de este país –Odebrecht y las vacunas chinas– podrían acabar tramposamente investigados y sus responsables dolosamente procesados y condenados, por una misma razón: ambos están protegidos por convenios secretos, fabricados por genuinos traidores a la patria a espalda del interés popular.

Lo peor de todo, amable lector, es que después de esa hecatombe de corrupción que conmocionó al Perú, fomentada por la mafia Odebrecht, Graña y Montero, Club de la Construcción, Toledo, Humala, Kuczynski, Vizcarra, etc.

El mundo entró en crisis desde mediados de los ochenta cuando, a través de las ong, la ONU estableció el dogma del político-correctismo. Desde entonces, el periodismo cambió de paradigma y mutó de misión. Empezó a novelar la noticia, interpretándola según el “nuevo orden mundial” ideado por mega multimillonarios asociados -vía ongs- con la progresía caviar.

La única forma de zanjar el escándalo del tráfico de vacunas –claramente liderado por el traidor Vizcarra- es que el Congreso prohíba que, en adelante, este ex mandatario vuelva a ocupar cargos públicos. Vizcarra traicionó a la nación. La abandonó en medio de una crisis sanitaria que viene causando más de 100,000 muertes.

El Perú atraviesa por una gravísima crisis sociopolítica, económica y sanitaria. El gran problema es que semejante coyuntura jamás será solventada en tanto el gobierno que preside Francisco Sagasti no haga un deslinde sincero, absoluto y transparente frente al régimen de Martín Vizcarra.

Empecemos reafirmando una verdad que el mitómano Vizcarra perseveró en negarla, siguiendo su táctica esquizofrénica. La Universidad Cayetano Heredia informa que el psicópata “Martín Vizcarra y su esposa Mabel Díaz Cabello NO forman parte del grupo de 12,000 voluntarios sujetos de investigación” para la vacuna china Sinopharm.

Vizcarra llegó al extremo de demonizar a los partidos políticos tradicionales –contrario a lo que ocurre en los países civilizados, donde imperan la democracia y el Estado de Derecho- como estrategia suya para coronarse zar del Perú.

Vizcarra no podía ser la excepción. Siempre se vacuna primero a los roedores. El asunto es que este miserable se hizo vacunar a escondidas, delinquiendo junto a su esposa. Primero, porque se hizo inocular en palacio de Gobierno obligando acudir a ese recinto público a un médico, funcionario del Estado, de apellido Málaga, estando la vacuna todavía sin registro sanitario.

Las asonadas callejeras provocadas en noviembre pasado por el partido morado -del cual Sagasti no renunció a ser candidato a la vicepresidencia, para los comicios 2021- encendieron la chispa del incendio pandémico que hoy asola al país. El fuego lo avivó esa laxitud mostrada por el régimen Sagasti alrededor de las fiestas de Navidad y Año Nuevo.

Las elecciones del Bicentenario quizá son el mejor espejo del miasma al que gente de mucha infamia ha conducido al Perú.

La Junta Nacional de Justicia –parida por Vizcarra- destituyó al ex Fiscal de la Nación Chávarry por conversar con el hermanito Walter Ríos del poder Judicial.

¿El presidente Sagasti tiene algún problema que le atormente? Creemos que sí. Sabe que, entre muchas barbaridades, Vizcarra es culpable de que no tuviéramos vacunas. ¡Y carga con semejante muerto, por falta de agallas para denunciarlo! Un drama que podría resolverlo simplemente diciendo la verdad.

“Gasto Inútil. US$6,500 millones en la Refinería Talara”, decía EXPRESO el sábado en su portada. “Brutal Subida. De gasolina, gas doméstico y GLP para autos”, titulaba ayer en portada este mismo periódico. Causa y efecto radiografiadas y explicadas en apenas dos titulares.

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