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Cusco Morales, pintor: “No me considero perseguidor, soy alguien que encuentra”

‘Oro Sendas Equinoccios’ muestra tres exposiciones unidas en un hilo espiritual de la pintura.

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Cusco Morales, pintor: “No me considero perseguidor, soy alguien que encuentra”.
Fecha Publicación: 25/05/2025 - 04:40
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“Oro Sendas Equinoccios” muestra tu proceso creativo en un momento íntimo. Cusco Morales, ¿cómo fue experimentar esa mirada externa sobre un trabajo que es tan personal?

Oro, Senda y Equinoccio mágico fueron tres exposiciones distintas, unidas por un hilo conductor espiritual. Aunque cada una tenía una intención clara, todas compartían una narrativa sobre el paisaje y una soledad mística. Senda de oro representa ese camino hacia la búsqueda. Equinoccio, ese instante de equilibrio perfecto entre sombra y luz, lo mágico. Y Oro, el hallazgo de las joyas naturales en el paisaje que expresan lo sagrado de la naturaleza. Ver eso reflejado desde una mirada externa me permitió reconocer y confirmar el sentido profundo que he querido plasmar en mi obra.

Cusco Morales, ¿sientes que el documental captura algo esencial de tu historia o te revela una nueva faceta que no habías considerado antes?

El documental de Mario no solo captura imágenes, sino el alma que las habita. Una obra de arte transmite emociones, sí, pero también se comunica en múltiples niveles. Cuando logra tocar a alguien en lo profundo, despierta algo esencial. Siempre he pensado que el arte es ese salto genético en la evolución de la comunicación humana.

Mario menciona que buscaba “el sonido de tu pincelada”. ¿Cómo entiendes esa búsqueda desde tu perspectiva como pintor?

Es una imagen poética hermosa. Pero creo que más allá del sonido o la imagen, el arte es emoción. Y cuando el artista logra transmitir esa emoción con un lenguaje visual coherente, encuentra una voz poderosa. En mi caso, trabajar lo místico a través del paisaje ha sido una gran búsqueda. Me he nutrido de artistas internacionales que también lo han explorado. El paisaje se volvió mi vía hacia lo místico.

Volver al taller con la cámara presente debió remover memorias. ¿Qué recuerdos o emociones afloraron al revisitar tu espacio desde una mirada documental?

Los recuerdos –bellos o duros– habitan en todos nosotros. Volver a ellas te define, te autentica no solo como artista, sino como ser humano. Ver el recorrido del tiempo fortalece, pero también revela que uno puede ser dueño del pasado, no del futuro. El tiempo no vuelve, las oportunidades tampoco.

Tu formación fue amplia y diversa, desde Brasil hasta Bellas Artes en Lima. ¿Qué aprendizajes de esa etapa siguen vivos en tu pintura actual?

Desde joven supe que quería crear. Experimentar con materiales era algo cotidiano, donde lo técnico y lo filosófico se fundían. Tuve maestros que dejaron huellas profundas. Las lecciones resurgen cuando uno se corrige, como revelaciones mágicas. Volver a Bellas Artes fue reencontrarme con el Perú, con un crisol humano entrañable. Cristina Gálvez, en especial, fue una maestra generosa, por quien siento enorme gratitud.

Fuiste parte del grupo Paréntesis, con figuras clave del arte conceptual peruano. ¿Qué huella dejó esa experiencia colectiva en tu búsqueda individual como artista?

Paréntesis fue un grupo fuerte y decisivo, con impacto cultural y político en una década de cambios. Surgió a fines de los setenta, cuando nos reunimos artistas como Juan Javier Salazar, Charo Noriega, Fernando Bedoya, Lucy Ángulo y yo. Teníamos un taller en Pedro de Osma, en Barranco. Lo conceptual entró en el discurso y fue poderoso reunir a un grupo tan diverso para crear obras experimentales, involucrando al público, cuestionando lo establecido. Éramos jóvenes, con energía renovadora y reflexiva. Ahí empecé a encontrar mi voz. Ese camino sigue y no termina.

En tus obras hay un diálogo entre lo lúdico y lo místico, entre la figura y la naturaleza. ¿Cómo encuentras equilibrio entre esos mundos aparentemente opuestos?

Mi pintura surge de un trabajo espiritual, de distintos estados de conciencia. La meditación, la espiritualidad y la búsqueda estética conviven. Creo en lo imposible, en lo mágico, en la conciencia plena y en la superación del yo. En ese vacío fértil donde todo puede ser. Por eso exploré el budismo y su simbolismo en los colores sagrados.

Mario Pozzi-Escot habla de ti como “perseguidor de luces, texturas y silencios”. ¿Cómo describirías tú tu mirada pictórica hoy? ¿Qué sigues persiguiendo?

Yo no me considero un perseguidor. Soy alguien que encuentra. Que despeja el ambiente para que la luz, la sombra, las texturas emerjan. Como en el arte asiático o andino, donde los opuestos se unen: lo áspero con lo liso, lo claro con lo brillante. Esa convivencia genera armonía. Busco eso: una estética de la integración.

El estreno

Este domingo 25 de mayo a las 7:00 p.m., el Jazz Zone de Miraflores (Av. la Paz 656) será el escenario del esperado estreno de “Oro Sendas Equinoccios. Cuco Morales”, el más reciente trabajo documental del cineasta Mario Pozzi-Escot.

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