Dante Castro Arrasco: Las comodidades, el triunfo fácil, entrampan al escritor
Su prosa directa y ágil llega fresca, con su estruendo de madrugada, como tiro de gracia a la rutina; llega como punto seguido de la bienaventurada alborada.
Por Sixto Sarmiento
Cada cierto tiempo publicas un libro de cuentos… ¿Te retrasó la pandemia? ¿Cambió tu literatura?
Normalmente me doy una vuelta por el mundo de mis personajes y regreso al teclado, pero los dos años de pandemia me postraron y no tuve otra salida que la imaginación. El temor al contagio nos aisló, de pronto descubríamos lo onírico como fuente de inspiración dentro de nuestras respectivas cavernas. Había que evitar a todo trance la depresión, máxime si leíamos noticias fatales como la muerte de amigos y familiares. Quería viajar, nuevamente recorrer los caminos del Perú. Las estaciones y terrapuertos eran espacios de peligro, al igual que respirar el aire viciado de los pasajeros en el bus. No supe cuándo mis lecturas cambiaron y de autores sumamente épicos como Hemingway, Quiroga, Rulfo, me vi secuestrado por escritores de poltrona como Borges, Cortázar, Onetti. Y uno, como escritor, es lo que lee. Terminas produciendo algo más acorde con tus últimas lecturas.
Pero insistías siempre en el cuento. ¿Por qué no una novela?
Tengo algunos borradores de novelas que, si les dedicase el tiempo, saldría algo atractivo. La novela exige un horario frente al teclado, requiere de sedentarismo. A pesar que eso fue lo que nos impuso la pandemia, me llamaba más la estructura del cuento. Me solidarizo con dos excelentes cuentistas latinoamericanos como el argentino Jorge Luis Borges y el dominicano Juan Bosch, quienes detestaron la posibilidad de convertirse en novelistas.
¿Crees que sería traicionarte a ti mismo?
La novela tiene ya hoy suficientes autores que no llegan a un boom como los años sesenta. ¿Por qué hay tantos novelistas? Porque las editoriales españolas impusieron el género de largo aliento. Sin embargo, juntas a todas sus novelas y no pesan como “Cien años de soledad” o “Pedro Páramo”. El cuento, en cambio, no ha dejado de sorprender al joven lector que busca victorias rápidas cargadas de adrenalina. Es como si me preguntases por qué prefiero la motocicleta a un buen auto. Y me quedo con la motocicleta, viviendo el exquisito sabor del riesgo.
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