Edgar Guillén con una vida en el teatro: Entre la autenticidad y la rebeldía extrema
El documental “Edgard Guillén. Testimonio de Parte” es un homenaje a la vida y obra de uno de los actores más influyentes del teatro peruano. La película, dirigida por Mario Pozzi-Escot, se es-trena hoy en el Jazz Zone de Miraflores a las 7:00 p.m.
La película muestra su constante búsqueda de autenticidad en el arte. ¿Qué significa para usted la autenticidad en el teatro?
La autenticidad en el teatro debe ser la misma autenticidad en tu vida.
Vivió y trabajó en Europa durante seis años. ¿Cómo influyeron sus experiencias teatrales en Madrid, Ámsterdam y otros países europeos en su visión del teatro y su estilo como actor?
Partí de Lima a Colombia en la Compañía española de Tarsila Criado. Después de recorrer casi toda Colombia con el estupendo repertorio de esta compañía, compré mi pasaje en barco y me marché a España. Mi meta era Londres, pero me quedé tres años en Madrid y mi actividad teatral fue mucha. Para muestra, un botón: con el gran director Ángel Facio protagonicé la obra fabulosa “Historia de un soldado”, y con Suárez Radillo muchísimas obras de teatro latinoamericano. También entré al aro comercial en el Teatro Lara de Madrid con “Las chicas del talle” de Mercedes Ballesteros y dirigido por el gran Manuel Dicenta. Luego partí a Holanda y allí viví un año muy cerca del teatro, y visité muchas veces ciudades como París, Londres, Berlín, Düsseldorf, donde viví casi un año y muy relacionado con gente de teatro. Ha sido la mejor experiencia de mi vida, hasta que por accidente llegué a Lima después de seis años.
Su proyecto “Teatro en mi casa” fue una iniciativa única que abrió las puertas de su hogar al público. ¿Qué lo motivó a iniciar este proyecto y qué aprendizajes se llevó de esos 20 años de funciones?
“Teatro en mi casa” ha sido la más feliz experiencia como actor, director y productor. Nació el 13 de noviembre de 1993, a mi vuelta de uno de los festivales mundiales a los que fui invitado, que por cierto fueron 20... Empecé a buscar sala y no había, estaban ocupadas o muy caras, y de la noche a la mañana tomé la decisión de convertir mi casa en mi teatro. La experiencia no pudo ser más rica. Estrené con mi caballito de batalla, que es la maravillosa obra que Juan Gonzalo Rose escribiera para mí, “Carnet de identidad”. Y de allí no paré, hice mis once unipersonales que me caracterizan y que nacieron después de un maravilloso encuentro con el gran Mario Delgado y que se llamó “Los viejos papeles a Konstantyn Stanislawsky”. Mi versión del “Fausto”, de Goethe, estuvo en mi casa nueve años, de jueves a domingo, todo un récord en cualquier lugar del mundo. Luego vino “Ricardo III”, cuatro años y medio que alterné con otro invento mío, Teatro Delivery. Así, “Ricardo III” estuvo en cientos de casas particulares, colegios y universidades. En mi memoria es la mejor que pude hacer.
Ha interpretado a Ricardo III durante muchos años y en distintos espacios. ¿Qué representa este personaje para usted y qué lo hace tan relevante para el público peruano?
Ricardo III es una maravillosa experiencia. Con ella, con mi adaptación y la magnífica traducción de Alonso Alegría, pude hablarle al público de lo que es capaz el hambre de poder. Este rey, como muchos reyezuelos modernos, son de la misma catadura. Era y es una versión muy clara y me dio grandes satisfacciones. Con esta obra cerré el ciclo, ya que en 2022 dejé de actuar con la inmensa felicidad de poder gritar: Tarea Cumplida. He tenido la satisfacción de hacer todo lo que quise.
“Edgard Guillén. Testimonio de Parte” aborda su visión del teatro como un espacio de reflexión y transformación. ¿De qué manera ha evolucionado su filosofía teatral a lo largo de los años y cómo se refleja eso en la película?
Soy felizmente retirado de mi más grande pasión y estoy muy orgulloso de ella. Vivo mi vejez en mi casa saboreando la compañía de algunas personas.
Mario Pozzi-Escot captura en el documental una parte muy humana y vulnerable de usted como artista. ¿Cómo fue su colaboración con el director para lograr esta introspección y apertura frente a la cámara?
Con Mario siempre hubo una gran empatía y sé que él debe haber capturado los mejores o tal vez peores momentos de esta larga carrera de 67 años ininterrumpidos de teatro... y es algo que me produce una especial alegría, ya que en nuestro país la cultura es la última rueda del coche y crear una memoria en video es algo fenomenal y fuera de lo común.
La mejor parte de mi vida
El documental parece ser tanto un homenaje como una reflexión sobre su vida. ¿Cómo ve usted su legado en el teatro peruano después de tantos años de carrera y qué le gustaría que el público recordara de su trabajo?
Será gracias a Mario Pozzi-Escot que quedé una memoria de lo que se hizo y en la que dejé toda la mejor parte de mi vida. Y, por supuesto, agradecerle tamaña hazaña con mi mejor abrazo... Gracias, querido Mario.
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