Enrique Sánchez Hernani: "La poesía es un testimonio de fe" | Entrevista
El reconocido poeta peruano comenta su última publicación, 'El vértigo de las luces amarillas', una reflexión sobre la ciudad de Lima.
¿Qué puede hacer la poesía por Lima?
Frente a las ciudades, la poesía es un testimonio de fe. Uno puede mirar a Lima desde la perspectiva de la propia biografía personal, por lo que la ciudad se convierte en la escenografía de nuestras emociones. Para mí, Lima ha sido una testigo privilegiada de mi vida. Y creo que, con mi poesía, doy cuenta de esta relación de amor y a veces de tristeza. Pero jamás podré soslayarla. La misión del poeta, entonces, es dar su testimonio.
En diversos poemas, haces referencia a personajes icónicos de la cultura popular. Muchos de ellos son anglófonos: Sylvia Plath, Virginia Woolf, Duke Ellington. ¿Estos son personajes que la poesía puede capturar, hacerlos propios de nuestra realidad limeña? ¿Cómo?
Las menciones que tú bien señalas no son una muestra de exotismo. Corresponden a mi formación personal, donde la poesía y la música estadounidenses ocupan un lugar privilegiado, son parte esencial de mi formación intelectual y sentimental. Lima, al ser una ciudad cosmopolita, donde se lee y se oye poesía y música norteamericanas, puede ser reinterpretada desde esa sensibilidad.
Existe, también, una dimensión erótica en ciertos poemas. ¿Cómo abordar el erotismo en poesía de una manera novedosa? ¿Es eso posible?
El erotismo es parte de la vida, es la lucha perenne contra la muerte, contra el Tánatos. En mi caso, la poesía con pespuntes eróticos es parte de mi reflexión sobre la vida, de mi experiencia y de mi imaginación. Y como ocurre en la poesía, siempre debemos buscar abordar cualquier tema desde una nueva visión, con palabras que no se hayan desgastado, con giros sorpresivos. Yo trato de hacerlo así. Y cada día procuro seguir aprendiendo.
“Oda de los buenos deseos” reivindica un amor distinto, ideal. ¿Escribir poesía brinda consuelo frente a la realidad?
En este poema, el amor que allí se canta, es uno real: son las palabras que me correspondieron decir en la boda de mi hijo Diego Alonso y su esposa Carolina, cuya pureza me emocionó, como ha pasado con las bodas de mis otros hijos. Ese poema fue una manera de interpretar sus sentimientos. En sentido general, sí, la poesía es un gran consuelo frente al desengaño diario, donde el poeta inventa su propia realidad, más amable y generosa.
Haces también referencia a poetas como Antonio Cisneros o Jorge Eduardo Eielson. ¿Por qué?
Son dos de los poetas peruanos que más admiro, junto a Vallejo, Martín Adán, Blanca Varela y otros. El poema para Cisneros, un díptico, es también para el amigo que perdí y que siempre recuerdo. Toño fue uno de mis grandes amigos, camarada de la vida, con quien hablaba horas y solía disfrutar tanto. A Eielson lo he leído con fruición y creo ha escrito poemas insuperables como ‘Primera muerte de María’. Soy un fan.
¿La poesía permite neutralizar el tiempo y reconstruir el pasado?
Eso es exacto. En el poema el tiempo se congela, crea su propia realidad y dicta sus leyes particulares que solo el poeta obedece, a veces contrariando la realidad. Por razones de mi contextura sentimental, suelo recordar mucho. A veces creo que, mentalmente, vivo en el pasado, atesorando lo vivido. Y cuando escribo sobre ello, lo dulcifico, lo añoro, o si fue un instante poco feliz, hago caer una nostalgia amarga.
¿Dónde radica el carácter poético de la ciudad de Lima?
Las calles de arquitectura afrancesada y colonial del centro histórico de Lima son como ingresar en un filme antiguo, donde se rinde tributo a un pasado glorioso, que históricamente no lo fue tanto. Pero los poetas vemos en nuestra ciudad lo que la ennoblece, porque buscamos rescatar un lugar feliz. Para mí, ha sido el lugar donde he escrito y vivido mucho. Lima siempre me ilumina, a pesar de su deterioro.
En tu libro hablas de La Victoria, de Miraflores, diferentes puntos de la ciudad. ¿Hay una Lima, muchas Limas, ninguna Lima?
Lima es un conglomerado de miniurbes que conviven en un mestizaje no solo racial, sino que social y arquitectónico también. De hecho, hay varias Limas en una misma capital, pero son las aristas de un mismo cuerpo que nos alberga. Y tanta poesía puede tener un extremo como el otro; es cosa de mirar la vida con amabilidad, sin tanta amargura.
Acto de gratitud
¿Poetizar Lima es un acto de fe, un acto de redención, de escapismo? ¿Qué es?
Es un acto de fe, como señalé. Pero no está exento de huidas y anhelos, a veces truncos o imposibles. En mi caso, lo que ha ocurrido es que Lima me ha servido como un respaldo emocional para escribir. Los poemas de este libro, y muchos del resto de mi producción, nacieron en Lima, reflejando parte de su geografía. Por eso sentí que le debía un tributo orgánico, un acto de gratitud.
Debe existir esperanza
¿Lima es una ciudad en decadencia? De ser así, ¿hay esperanza, se puede sobrevivir?
Lima, como otras capitales latinoamericanas, vive una decadencia social, producto de gobiernos deficientes. Sufre, quintaesenciado, lo que hoy aqueja al Perú en toda su dureza: desde el olvido hasta la corrupción. Pero siempre debe existir la esperanza. Creo que el peruano es optimista, un sobreviviente contra todo mal. La cosa está en buscar momentos de felicidad, aunque sean pasajeros. A mí, por ejemplo, mirar el mar me limpia. Y Lima tiene mar, y una poesía que les canta.
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