ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Mario Sierra Talaverano: "Me gusta pintar la Lima urbano marginal"

“A veces sueño que estamos otra vez en su taller, entre arlequines. Yo creo que él no ha muerto”.

Imagen
Fecha Publicación: 08/02/2022 - 02:09
Escucha esta nota

Por Nivardo Córdova Salinas

Lo conoció en la habitación 283 del “Lima Hotel”, en La Parada, donde el pintor Víctor Humareda (Lampa, 1920 - Lima, 1986) tuvo su casa-taller desde 1955 hasta su muerte. Mario Sierra Talaverano era ayudante de lavandería y terminó siendo no solo amigo sino uno de los más aplicados alumnos del genial pintor puneño. Este es su testimonio personal.

Mario Sierra Talaverano (1948) nació en Uranmarca (Andahuaylas, Apurímac), quechuahablante de nacimiento. La escuelita donde estudió primaria actualmente se denomina “I.E. 54188 Mario Sierra Talaverano”.

Luego, decidió viajar a Lima en busca de un futuro. Sin dinero en el bolsillo acomodó una alforja con alguna ropa, una frazada, queso, charqui y cancha. “Encontré un camionero que transportaba ganado y me llevó hasta Huancayo. Viajé en el altillo del camión y de allí arribé a la capital”.

TAMBIÉN LEE: Nicolás Lúcar pide a Pedro Castillo «dar un paso al costado»

Su primer trabajo fue como ayudante en un restaurante en Barrios Altos. Al cumplir los 18 años fue a buscar trabajo a La Parada, la meca del comercio mayorista del Perú. Corría el año 1965. Así llegó al ahora mítico Lima Hotel, donde vivía desde 1955 -casi como en un exilio personal- el artista puneño Víctor Humareda, tras haber retornado de París.

RECUERDOS DE LA PARADA

Conociste a Humareda en el Lima Hotel, en La Parada. ¿En qué circunstancias?

Mientras yo barría los pasillos, me preguntó: ¿De qué parte de Puno vienes? Y yo le dije: “No soy de Puno, soy de Andahuaylas”. Entonces me habló de José María Arguedas, pero yo en ese momento no conocía al novelista peruano.

¿Humareda te enseñó a pintar?

En un principio, me invitaba a acompañarlo a la Quinta Heeren, en Barrios Altos, para hacer bocetos. Pero sobre todo íbamos a La Parada y a la Rinconada de San Francisco, o tomar un café en el Chino-Chino, en La Colmena. Hasta que un día le dije: “Quiero pintar, maestro, recomiéndame con tus amigos en Bellas Artes”. Y él me aconsejó: “No seas cojudo, ahí no vas a aprender nada. Solo quédate aquí conmigo, observa y ayúdame en algunas cosas…”. Y así me formé en la pintura, viendo cuando el maestro Humareda pintaba arlequines y retratos de Marilyn Monroe.

Lea la nota completa en nuestra versión impresa o en nuestra versión digital AQUÍ.

Mira más contenidos siguiéndonos en FacebookTwitter Instagram, y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.