Sus versos imponen un estilo que solo se explica como resultado de las deidades de los Andes; es belleza pura, purita. Su voz ruge, se agiganta y se expande incontenible.
Aquellas historias que escuchamos de niños en el campo y el sonido onomatopéyico de ríos, vientos, truenos o lluvia reunidos en la poesía de Alida Castañeda.