Expediente Andrés Hurtado ‘Chibolín’: Gisela Valcárcel fue su hada madrina

Transcurría los años 80 y la voluminosa figura de ‘Chibolín’ había aumentado en popularidad, pero le faltaba dar el gran salto a la pantalla chica.

Era el sueño de su vida y fue en esas circunstancias que conoció a Gisela Valcárcel, quien ya era toda una figura en el mundo de vedetismo.

Recientemente, Magaly Medina recordó el vínculo entre Andrés Hurtado y la ‘Señito’: “Fue muy cercana a las bataclanas, en una época ha sido uña y mugre de Gisela Valcárcel”.

La rubia Gisela brillaba en el programa humorístico ‘Risas y salsa’ de Panamericana Televisión, al lado de figuras de la talla de Analí Cabrera, Adolfo Chuiman, el ‘Gordo’ Casaretto, Miguelito Barraza, Felpudini, entre otros, todos dirigidos por el argentino Guillermo Guille.

Sin miedo al éxito y con toda la voracidad propia del más hambriento, ‘Chibolín’ empezó a ganarse un lugar en el programa por su osadía.

Es que literalmente era un todo terreno y dio la cara cuando se empezó a vestir de mujer sin importarle el qué dirán, eso lo tenía sin cuidado porque su meta era ser un consagrado.

Una de sus más recordadas caracterizaciones de ese tiempo fue de la diva norteamericana Liza Minnelli.

No interesaban los kilos de más y salía ataviada con una malla negra y con bailarines para hacer el musical y arrancar burlas.

Por su físico, Magaly Medina, quien era una de sus ácidas detractoras, lo bautizó como el ‘Cetáceo’ y no perdía tiempo para ridiculizarlo en su programa de televisión.

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Su carrera subía como la espuma y después vino sus performances en los espectáculos en los cafés teatros, donde también se lucían las antes mencionadas vedettes y cómicos.

Andrés Hurtado ya estaba a la par e incluso hasta superaba a algunas figuras de la época, pero él quería más, no había obstáculo que lo detuviera.

Sus imitaciones consideradas grotescas de Yola Polastri, Luz Clarita, Camucha Negrete y Keiko Fujimori, lo mantenían en la cresta de la ola.

Ya era muy conocido y empezaba a pasearse por todos los canales de televisión, como si fuera su casa. No había invitación que no aceptara con tal de figurar.

Como diría Susy Díaz, “hablen mal o bien de mí, pero hablen”, ‘Chibolín’ hizo suya esa frase y fue esa audacia que lo hizo convertirse en todo un personaje en el ahora bendito ‘Chollywood’.

En sus delirios de grandeza, expandió sus dominios al manejo de futbolistas, asesor de congresistas, alcaldes, acaudalados empresarios, entre otras personalidades.

Ya se mostraba muy ostentoso, empezó a vestir con lujosos ternos. ‘Chibolín’ empezaba a crecer de manera imparable y a ampliar su cobertura.

El aparente éxito vino también con leyendas urbanas de que se rodeaba de gente que vivía al margen de la ley.

“Yo soy un lobista internacional, que digan lo que digan, le duela a quien le duela no me interesa”, afirmaba.

Para sorpresa de propios y extraños, mostró otra delirante faceta: gritaba a los cuatro vientos que era un enviado de Dios.

“Lo que he negociado con él, es que yo salga en televisión para pregonar su palabra y más gente lo siga y me siga, esa es la negociación”, repetía frente a cámaras.

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