Javier González-Olaechea: “Pérez de Cuéllar era un político ecuménico” [Entrevista]
[Entrevista] Ex secretario general de la ONU tenía el liderazgo natural del hombre grande, destaca su cercano colaborador durante la campaña presidencial de 1995.
Dr. González-Olaechea, en nuestros registros tenemos que usted fue parte del grupo cercano del embajador cuando fue candidato presidencial, ¿qué le suscita su lamentable fallecimiento?
Una honda pena y una renovada admiración por todas sus dotes humanas, una persona extraordinaria, un gran conocedor y amante del Perú, de una inteligencia y tacto muy superior y de trato siempre afable en cualquier circunstancia.
-¿Cómo conoció al embajador?
Cuando un grupo minoritario de peruanos buscábamos un líder impoluto que se comprometiera con la democracia y las necesidades de las grandes mayorías; allí, hacia el año 1993, lo buscaron y cuando llegó a Lima, se le alcanzó una propuesta programática equilibrada, de economía social de mercado, de plenas libertades, de compromiso social y con reconocimiento internacional, lo cual todo era evidente en don Javier. Diría que hasta natural.
-¿Habrá sido difícil para él aceptar el reto después de haber sido el líder mundial que fue como Secretario General dos veces de las Naciones Unidas?
No creo, yo lo veía en su casa casi a diario y más bien su humildad lo conducía con toda naturalidad a escuchar a muchísimos valiosos peruanos que lo visitaban sin aún ser candidato. Tenía una capacidad muy fina y acuciosa, por su dilatada experiencia de diplomático peruano y de Naciones Unidas, de escuchar, sopesar, contrastar, leer y dar su palabra sin imponer. El liderazgo natural del hombre grande.
-¿Y el rigor de la campaña, teniendo como contendor principal al presidente Fujimori, cómo lo asumió?
En su calificación está la respuesta. Con rigor, con racionalidad, con enorme capacidad de trabajo. Viajar por todo el Perú le supuso grandes esfuerzos porque había que llegar a todos los rincones, escuchar y ofrecer su palabra. Entregarse sin reservas.
-Seguramente su experiencia en Naciones Unidas lo predispuso a escuchar y valorar la diversidad.
Hay una dilatada historia en su compromiso peruano y por la paz mundial. Don Javier, como le decía yo, fue miembro de la delegación peruana, tras finalizar la segunda guerra mundial, circunstancia en que se creó las Naciones Unidas en 1945. Muchos años después fue nuestro representante ante las mismas Naciones Unidas, creo también Subsecretario General Político del organismo, antes de ser dos veces Secretario General, de 1981 a 1991, en plena guerra fría y con un mundo lleno de conflictos entre países y dentro de ellos.
-Recordamos que convocó a líderes de tendencias políticas diversas, ¿ es correcto?
Así es, en los hechos él era una suerte de diplomático y después político ecuménico, privilegiaba lo que unía por encima de lo que distanciaba. De allí el nombre de Unión por el Perú. Era un peruano que se reconocía en todas las sangres.
-¿Cómo lo trataba su principal contrincante, el presidente en el poder?
No recuerdo ningún ataque personal, sí frases o expresiones que lo quería presentar como un personaje desligado del Perú por años. Gran equivocación del presidente o de su entorno.
-¿Puede detallar su respuesta?
Con gusto. Los diplomáticos deben conocer muy bien el Perú en todas sus facetas para defender sus intereses y promover acuerdos favorables para el país. Y eso siempre hizo don Javier como Secretario General, incluso propiciando que el ingeniero Fujimori, una vez legítimamente electo como presidente en 1990, tuviera encuentros provechosos para el país con los principales jefes del Banco Mundial, del Fondo Monetario y del BID, principalmente. Ayudó decididamente al Perú, vía su presidente, a reinsertarlo económica e internacionalmente. Yo estoy convencido de que el ingeniero Fujimori lo respetaba como hombre de bien y de gran compromiso peruano, talento y reconocimiento.
-¿Y los demás candidatos presidenciales?
Si la memoria no me falla, todos acudieron siquiera alguna vez a su casa a visitarlo y escucharse. Ejercía un mayorazgo político sin desearlo. Su humildad a veces era vista o percibida como debilidad. Muy por el contrario, en valores y visiones era un convencido profundo y sabía dosificar su poder.
-Recordando esos tiempos , era una lid muy desequilibrada, ¿no le parece?
Realmente sí porque tras el autogolpe del 5 de abril, se concentraron todos los poderes. Don Javier lo sabía y su grandeza fue asumir el compromiso patriótico a pesar de tales asimetrías.
-¿Cómo distribuía entre sus colaboradores las responsabilidades?
Mirando hacia atrás, ahora puedo percibirlo con más claridad y menos pasión. En función de los talentos, de los aportes del caudal electoral de cada candidato al congreso que él escogía o que decidía cuando le hacían propuestas. Escuchaba mucho y a mucha gente, averiguaba, le importaba mucho la idoneidad y la probidad. Obviamente, también escuchaba a sus colegas. Recuerdo la presencia cercana de los embajadores Felipe Valdivieso, Carlos Alzamora, Oswaldo de Rivero y otros.
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