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Giampietri planeaba fugar impulsado por angustia colectiva

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Almirante tenía preparado un plan operativo para proteger a los rehenes. (FOTO: EXPRESO)
Fecha Publicación: 03/02/2019 - 01:30
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El arte de fugar del cautiverio ha sido practicado en algunas ocasiones con maestría consumada. En otras, con un total dramatismo. Es una faceta de la historia humana que se ha repetido en todas las épocas, y en las que la energía, tenacidad, ingenio y audacia vencieron obstáculos que parecían insuperables. Lo que sigue es el plan de fuga ideado por el almirante AP (r) Luis Giampietri Rojas,  semanas antes de la exitosa Operación “Chavín de Huántar».

En principio, dice el ilustre marino, desde el primer día de la toma de la residencia del embajador Aoki «se sintió prisionero de un ejército extranjero, pues Néstor Cerpa Cartolini y sus secuaces vestían uniformes que no eran los de nuestras fuerzas armadas. Tenían una bandera e himno distinto». Por ello, explica que desde un primer instante no tuvo la menor duda en escapar. “No solo era una opción válida, sino que, para los que seguimos la carrera de las armas, constituye una obligación ineludible», afirma.

Esa convicción lo mantuvo alerta permanentemente y listo para fugar en la primera oportunidad que se le presentara. “Se nos instruye desde el inicio de nuestra profesión [en la Marina], sobre todo en caso de estar prisioneros en una eventual guerra, y era el momento justo de aplicar lo tantas veces entrenado», indica.

Conspiradores

No obstante, era consciente de que para emprender una acción de esa envergadura tenía que conocer los perfiles psicológicos de sus posibles compañeros de lo que sería el gran escape. Sabía que de asumir ese riesgo no lo haría solo y empezó a tener reuniones  en la habitación “C” para planear la probable huida con los personajes que lo apoyaban en las comunicaciones que realizaba con el desactivado Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Entre ellos, el comandante EP Roberto Fernández Frantzen (quien guardaba el beeper entre sus testículos) y el embajador Valdez. “Los comprometidos invertimos muchas horas observando, comparando y deduciendo.

En la oscuridad de la noche cada uno realizaba algún aporte distinto, un enfoque original,  una idea oportuna y poco a poco fueron tomando forma los diversos planes de fuga”, narra Giampietri.
Explica que para el éxito de la fuga era prioritario conocer los puntos vulnerables de los terroristas, desde su perfil psicológico para saberaban a verlas cerradas, al mes de cautiverio nos permitieron abrirlas para que circulase el aire”, recuerda Giampietri.

Primer plan

“El primer plan –cuenta Giampietri– consistió en que los cautivos de las habitaciones ‘A’ y ‘D’  cerrarían las puertas que conducían al pasadizo bautizado como ‘Jirón de la Unión’  y pasarían a través del baño ‘B’  a la habitación ‘C’,  para de allí volver con los prisioneros a  la ‘D’ que tenía las puertas blindadas,  lo que impediría el ingreso de los emerretistas. Para luego, una vez todos juntos, salir por un balcón que colindaba con una casa vecina donde existía un espacio  que no permitía ser alcanzados por los proyectiles de los subversivos”, afirma.
Sin embargo, para que ese plan tuviera éxito había que solucionar ciertos impases. Uno de ellos, la situación de los prisioneros japoneses que dormían en el primer piso y por cierto requerían también apoyo externo, especialmente de francotiradores para distraer a los emerretistas.

Pero, lo más importante era lograr la aprobación unánime de los rehenes extranjeros. Cuenta Giampietri que pasaba noches de insomnio pensando en la decisión final y que una noche junto con el embajador Valdez le comentaron a Aoki sus planes y que este se enojó. Les dijo con tono agresivo que los japoneses no participarían porque desconfiaban de la ayuda del exterior, considerada en el plan de fuga. Hizo una dura crítica de nuestras fuerzas armadas, motivando el rechazo de ambos peruanos que originó un intercambio de palabras subidas de tono.
Al día siguiente, Aoki se acercó a ambos y  pidió disculpas  asegurando que su reacción había sido consecuencia de la tensión en que vivía.

No obstante les dijo que si se planeaba la fuga prefería no enterarse. “(...) tuvimos muy claro que no contaríamos con los japoneses e incluso su participación podría dificultar la operación. Ellos no estaban dispuestos a fugar y temían que nuestra decisión los afectaría”, dice Giampietri.

Golpes de comba

Uno de los reportes más importantes que transmitió Giampietri desde la Biblia fue el referente a  los golpes de comba que realizaban los mineros al término de la construcción del último túnel. La transcripción decía: «Este es ‘Mar’ para informar que Cerpa ha pedido que uno de los rehenes baje al cuarto de abajo y escuche los golpes de comba que se sienten en ese ambiente del primer piso, y que aparentemente demuestran  que están haciendo un túnel. Espero confirmación de esta información. Pasen un mensaje diciendo: salió a navegar».

Luego el marino reportó que “Evaristo” cambió la ubicación de los cautivos. Los congresistas fueron ubicados en las habitaciones “C” y “G” y otra se convirtió en centro de observación emerretista.  Allí colocaron los muebles que se encontraban en la primera planta. El 7 de marzo al mediodía, Giampietri reportó: “(...) hace aproximadamente media ho una conversación con Cerpa y con ‘El Árabe’ y les ha hecho ver a los martacos (emerretistas)  que la rajadura que aparece es una rajadura  muy superficial, lo cual ha creado una especie de duda en ellos (...). En opinión del canciller, si el gobierno  niega esta situación y los garantes avalan dicha negativa, los martacos  estarían en disposición de continuar  con las tratativas o conversaciones (...)».

La fluida información enviada por Giampietri  al SIN  hizo posible conocer  con certeza la rutina  de Cerpa y su banda. También que como consecuencia  de los rumores del túnel, el cabecilla emerretista dio un giro a su sistema de seguridad a partir de las 5 de la tarde, ordenando a sus vándalos que permanecieran en el segundo piso, y prohibió que se acercaran a las ventanas para evitar ser blanco de los francotiradores militares. A criterio de Montesinos, “la consigna fue usar como escudos a los rehenes en caso de una incursión de las fuerzas del orden”.

 

“Mantengan la calma”, dijo Montesinos

Si mal no recuerdo –refiere el marino– el jueves 17 de abril hice una transmisión en la que expresé el estado de tensión en que vivíamos. Fui tajante y advertí que si no recibíamos respuesta a las constantes solicitudes de apoyo, como la de abrir un forado en la pared de la casa vecina, saldríamos a como diera lugar por nuestra cuenta”. Tal advertencia preocupó a Fujimori y a Montesinos y a todos los estrategas convocados para la operación de rescate.

La respuesta fue inmediata y por boca del asesor: “mantengan la calma, no hagan nada que pueda fregar el día D».
Recién entonces los prisioneros se enteraron de que se estaba preparando un plan militar para liberarlos. Esa tarde se reunieron Tudela, el embajador Valdez y Giampietri, y tras analizar el tema meditadamente, acordaron bajar la presión y esperar. “Entendieron por qué se escuchaban ruidos extraños en el subsuelo de la mansión y que las fuerzas del orden estaban muy cerca de ellos. Lo que es innegable  es el esfuerzo del almirante Giampietri por mantener la calma entre los rehenes», ha dicho Montesinos en los diversos foros internacionales donde se expuso sobre la hazaña de los comandos peruanos

Delación de los planes de intento de fuga

Sostiene el almirante que por ese motivo uno de ellos los delató ante los representantes de la Cruz Roja Internacional, quienes afortunadamente no se lo dijeron a Cerpa, sino se acercaron a los conspiradores  para recomendarles que no intentaran fugar. Como se sabe, durante la Operación “Aries” contra  Sendero, elementos de esa organización avisaron a los subversivos y se frustró la captura de “Artemio” en la ceja de selva de Huánuco, años atrás.

“Me alegré porque nunca esperaba esa reacción y desde entonces la tuve presente en mis futuras decisiones”, cuenta Giampietri, quien a partir de esa fecha estuvo sometido a “reglajes” por parte de un funcionario japonés, lo cual se hizo tan evidente que algunos cautivos entre broma y broma le decían: “deja tranquilo al almirante. ¿Qué quieres saber? Ven, nosotros te lo contamos».
Los días y semanas transcurrían y la angustia imperaba en la residencia de Aoki. Los terroristas decidieron dormir en las habitaciones de los rehenes, posiblemente habían empezado a tener sospechas, tal vez alertados por un japonés que vivía enamorado de una emerretista. Pese a ello los conspiradores no abortaron ese plan. “Si no era de noche lo haríamos de día. Comenzamos a idear las acciones y a tomar  su tiempo de ejecución sin que la mayoría se diera cuenta. Asignamos responsables de cada habitación con tareas concretas para cada uno.  Algunos deberían reducir a los terroristas, otros contener a los del primer piso, y otros más organizar a los rehenes», narra el marino.

El plan de reunir a los prisioneros en la habitación “D” antes de la fuga, además de temerario porque no existía apoyo del exterior, sufrió un nuevo revés cuando  una mañana “Evaristo” subió  con rapidez e ingresó a dicha habitación, miró  detenidamente la puerta que comunicaba con el pasadizo y con ayuda de “El Mexicano” la sacó de su lugar y junto con la del clóset, que también era blindada, las llevó a la primera planta para usarlas como barricada.

Indudablemente, alguien los había delatado. Poco después cuando “Evaristo” ubicó a los japoneses en las habitaciones de servicio situadas en un anexo de la mansión, Giampietri ideó otra estrategia de escape.  “Para llegar allí debían bajar por una escalera, a la derecha estaba la escalera de servicio, a la izquierda un pequeño almacén y, al final del pasadizo, una habitación con baño incorporado cuya ventana estaba muy cerca a la casa por donde habían ingresado los emerretistas. El cuarto tenía una barandilla  que daba a los garajes y estaba aproximadamente a tres metros  del suelo”, cuenta el marino. Dice que podía ser abierto sin mayor esfuerzo, carecía de candado aunque poseía doble reja que los invasores habían reforzado con un alambre.

En ese ambiente los japoneses aprendían español, lo que permitió conocer sus más mininos detalles. El plan preveía controlar el segundo piso durante 15 minutos, lo que permitiría ubicar a los rehenes en el cuarto de servicio. Luego amarrarían diez colchonetas juntas y las bajarían desde la barandilla al área de garajes. Dos de los cautivos saltarían primero con una manta atada a las colchonetas para que sirviera como una especie de tobogán para los rehenes de mayor edad. Previamente debían haber arrebatado sus armas a dos terroristas y  formado un grupo de contención. “Eso era todo, El resto era cuestión de suerte, de no ser alcanzados por el fuego terrorista en nuestra carrera hacia la calle», afirma Giampietri.

Instalaron parlantes

Técnicas de guerra como medidas de engaño

La excavación del túnel “Pera II”, también llamado “túnel de la sorpresa”,  terminó el 13 de marzo con lo que el complejo sistema – que podría determinarse como una de las técnicas de la guerra subterránea– quedó listo para la operación de rescate. Al desaparecer ruidos que cubrir, se pensó inicialmente silenciar los parlantes instalados en los postes del área  donde se ubicaba la mansión, pero el general PNP (r) Fernando Gamero,  responsable  de dicha medida de seguridad, prefirió continuar.

 

CÉSAR REÁTEGUI

 

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