Agua: oro líquido en crisis (II)
El Gobierno anuncia un proyecto de ley incrementando en 3 % las tarifas del servicio de agua potable residencial y en 4 % las del sector comercio e industrias. El pretexto es proporcionar agua en lugares donde no hay conexiones domiciliarias ya que se carece de la indispensable red de tuberías y también del suficiente volumen de agua útil.
La justificación es la de proporcionar agua a los sectores vulnerables. La verdad es que se trata de un aumento tarifario por metro cúbico consumido; como consecuencia de ello, se obtendrá el mismo resultado de anteriores incrementos. Ocurre que las empresas municipales (EPS) que potabilizan, distribuyen y reciben las respectivas tarifas, a la larga y para no quebrar, solicitan dinero público y así disimulan su inoperancia.
En el caso de Lima, Sedapal ha invertido durante el último quinquenio, en el marco del Plan Maestro Optimizado, varios miles de millones de soles. Sin embargo, no cumple las metas establecidas. Así, la mayor cantidad de dinero, que correspondería al incremento tarifario anunciado, se derivaría a financiar el déficit acumulado por las citadas empresas así como los demás forados del ámbito municipal. Solo una pequeña parte sería destinado al programa anunciado por el Ejecutivo.
Es que la mala gestión de las empresas del sector agua-saneamiento, no permite acumular resultados económicos positivos. Producen agua potable, sí, pero del 30 % al 50 %, se pierde. No la facturan. Es muy difícil que la producción de agua en su totalidad sea oportunamente pagada. En otros países la pérdida bordea el 20%. En Perú, la meta debería ser que las empresas recuperen por lo menos el 25%. Estos ingresos serían suficientes para cumplir el ambicioso programa establecido en el plan maestro.
En otro plano, el problema que se presenta para construir edificios de viviendas y otros con más de diez niveles es la falta de agua tratada. Confirmar este servicio es toda una vía crucis. En provincias ocurre lo mismo. A estas dificultades se suman las generadas por la crisis del cambio climático. En importantes ciudades se registran ya serias anomalías que contribuyen aún más a complicar la cobertura del servicio.
Así, en Cusco el nivel de agua de la laguna de Piuray, la fuente más importante del oro líquido para la ciudad desciende sesenta centímetros por día. A ese ritmo, en octubre próximo alrededor del 40 % de la población cusqueña quedará sin agua potable. En Lima, la presión es fuerte: un millón quinientas mil personas están sin servicio. En Arequipa, el sistema de represas registra una menor cantidad de agua almacenada: bordea el 40 % menos de lo normal. En otras ciudades como Puno, Cajamarca, Trujillo, Huancavelica, Juliaca, la atención solo llega del 40 % hasta el 50 % de la población.
Estos escenarios deberían impulsar la transformación del actual modelo de suministro de agua potable y pensar en un trasvase de gestión gradual. Es decir, un cambio a empresa público-privada; y, luego, después de un tiempo el manejo del sistema pasaría totalmente al ámbito privado.
*Exsenador de la República.
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