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¡Aprendamos a votar bien!

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Fecha Publicación: 19/04/2023 - 23:00
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Las instituciones no son, por sí mismas, buenas ni malas. Quienes hacen que lo sean, en uno u otro sentido, son, únicamente, las personas que las integran. Un ejemplo clásico de esta realidad son los poderes del Estado. El Ejecutivo, como el Legislativo y el Judicial, son buenos o malos –es decir, le serán útiles y positivos; o estériles y nocivos a la sociedad– en función a la calidad de los ciudadanos que los conformen.

Presidente y ministros en el caso del Ejecutivo; congresistas en el Legislativo; y jueces y fiscales, en el caso del poder Judicial y Fiscalía. Es decir salvo en el caso del poder Judicial y del Ministerio Público –donde los jueces y los fiscales, respectivamente, ingresan por méritos propios a servir en sus cargos– es la votación ciudadana la que escoge al presidente de la República (quien a la vez nombra a sus ministros de Estado), y además elige a los legisladores para que desempeñen su función, siguiendo la Constitución.

El problema, amable lector, es que desde hace demasiado tiempo –con más énfasis en las dos o tres últimas décadas– las mayorías ciudadanas (de todos los estratos sociales) han venido degradándose ética y culturalmente. Más aún, perdiendo progresivamente coherencia e indispensables facultades para elegir a sus representantes ante los poderes del Estado que la gobiernan.

Sucesivos procesos electorales –de manera mucho más clara a partir del siglo veintiuno– demuestran esta realidad. Como cereza sobre la crema, debemos citar el caso de la esperpéntica elección –2021– de un ágrafo, absolutamente incapaz, sin el más mínimo calificativo para poder gobernar un Estado de acuerdo al infame currículo que traía; quien postuló por un partido político acusado de corrupción, igual que sus principales dirigentes ideológicos; y, para rematar mejor la fiesta, con clarísimos antecedentes de haber mantenido muy estrechos vínculos con el terrorismo –nada menos que por su trayectoria como secretario general de la facción magisterial ligada, obviamente, a Abimael Guzmán. Son síntomas claros de que la mayoría de los peruanos ha fracasado solemnemente como electores capaces para designar congruentemente a sus autoridades.

El informe de la portada de ayer de EXPRESO muestra la patética realidad del Perú actual. El poder Legislativo –vertebral para todo Estado de Derecho en un régimen democrático– es una patética sombra de los congresos que ha tenido el Perú durante los 202 años que ha cumplido como República.

A aquellos miserables que se proclaman ser los únicos "demócratas" amantes del país, garantes del ciudadano y tutores de las instituciones del Estado –nos referimos a los caviares que presionan vilmente para adelantar las elecciones; cuando en rigor respaldan al comunismo sudaca que busca trocarnos en otra republiqueta totalitaria, hermanada a Cuba y a Venezuela- les decimos que lo que en estos momentos necesita el Perú es modificar inteligentemente toda la estructura de la Descentralización; una nueva dirección del Jurado Nacional de Elecciones JNE; recrear una estructura del Legislativo similar a la que tuvo a fines del siglo pasado; y, principalmente, enseñarle a votar al ciudadano. ¡Solamente después vendrán la elecciones!

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