¡Castillo prepara un golpe de Estado!
Pedro Castillo está desesperado. Siente en sus espaldas el peso de la ley. Alucina que pronto lo alcanzará el largo brazo de la Justicia. Un juez de la República ya ha enviado al penal a su altanera hija putativa. La Fiscal de la Nación considera que su esposa, sus cuñados -y también sus hermanos- pertenecen a la banda criminal que él preside.
¡De manera que sus capturas no demorarán en ocurrir! Algunos de sus secuaces de confianza ya están detenidos. Empezando por quien fuera brazo derecho suyo, el ex secretario de la Presidencia Bruno Pacheco. Otros ya vienen intentando convertirse en colaboradores eficaces del Ministerio Público. ¡El cerco ahora ya le queda demasiado corto! Entonces, sus asesores le aconsejan adoptar medidas extremas alegando que no tiene más defensa que el ataque. Y la salida más próxima que le brindan estos allegados -a fin de evitar el escándalo de ser detenido siendo el presidente de la República- sería dar un golpe de Estado disfrazado de cierre del Congreso. Cualquiera sea la excusa que dé. Sin embargo, todavía no existe motivo constitucionalmente válido para justificar tamaño atropello a la Carta Magna. El Parlamento no le ha censurado a un gabinete -ni tampoco a dos ministros- por cuestiones de confianza. Por tanto, al momento no existe motivo para producir semejante quebrantamiento constitucional, como clausurar al poder Legislativo, Su régimen se convertiría, oficialmente, en golpista y, consecuentemente, pasaría a la condición de paria internacional.
La opción del cierre congresal, alegando obstruccionismo, es constitucionalmente improcedente. No obstante, considerando que la izquierda peruana viene actuando como cómplice de entidades totalitarias -ejemplo el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla- es probable que santifique el golpismo implícito contenido en la clausura de un poder del Estado, como el Legislativo. Para ello movilizará cielo y tierra, a efecto de convertir en constitucional el cierre del Congreso bajo el pretexto que sea. Empezando por el “obstruccionismo para gobernar”, razón no considerada por la Constitución e imposible de ser validada en cualquier Democracia, donde el Legislativo tiene como obligación fundamental -antipática, pero válida- fiscalizar las acciones del Ejecutivo.
No sorprende el golpismo que practican sujetos comunistas y prosenderistas como Castillo y los miembros de su organización criminal. Tampoco es extraño que lo acompañen en esta aventura extremista los cerrones, bermejos, bellidos, etc., que le lanzaron a la presidencia.No obstante, sí reprobamos enérgicamente que alguien como Aníbal Torres -cuya trayectoria, hasta donde lo registra la historia, no ha estado vinculada, al menos oficialmente, a golpes de Estado ni a cierres del Congreso- se encuentre propiciando que un imputado en seis carpetas por gravísimos hechos de corrupción, como es Pedro Castillo, se aventure a dar un golpe de Estado como el que viene gestándose en la propia entraña del poder: el consejo de ministros que preside Aníbal Torres.
De ser esto cierto, evidentemente las Fuerzas Armadas tendrán que proteger el espíritu y la letra de la Constitución, respaldando de manera incondicional y contundente al poder Legislativo, hoy bajo ataque del Ejecutivo.
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