De espaldas al país
El Congreso de un dígito de popularidad, de la mano de una presidenta y un primer ministro, también de un dígito de popularidad, navega impávido, indiferente, casi ausente, en medio de una tormenta social. En teoría, “gobernando”; en la práctica, fingiendo que gobiernan, eso sí, de espaldas al país, ignorando la fuerza subterránea de un mar de frustraciones que amenaza con hacer naufragar la frágil democracia peruana.
Esta dupla de la indiferencia acuerda presupuestos inservibles al propósito de impulsar el crecimiento y el desarrollo del país; presupuestos, eso sí funcionales a los intereses cruzados, a veces complementarios, otras coincidentes, de congresistas que necesitan “urgentemente” reconectar con sus regiones, llevando “presupuesto para obras”, cualquier obra, sin importar su urgencia, conveniencia o factibilidad.
Presupuestos que “todos saben” serán ejecutados de manera por demás imperfecta y con una alta dosis de corrupción, en particular en todo lo relacionado con la inversión en obra pública. Y en el caso particular del Congreso, un presupuesto excesivo, diseñado para generar “saldos” que luego serán indefectiblemente “repartidos” mediante bonos o aguinaldos supuestamente extraordinarios. Presupuesto otorgado alegremente por un ministro de Economía que no encontró mejor manera de expresar su agradecimiento al Congreso –por su poca o nula curiosidad inquisitoria acerca del porqué del fracaso de su gestión– que cediendo a todos los requerimientos congresales.
Es esa la razón por la que no hemos visto en el Congreso de la República ni siquiera una moción de interpelación al ministro Alex Contreras y mucho menos una moción de censura, a pesar de que los únicos indicadores económicos al alza son la pobreza, el desempleo, el nivel de endeudamiento familiar, el déficit fiscal, etc., etc.
Esta misma dupla o “contubernio en pro de la gobernabilidad “ (jajajaja) perfecciona día a día el arte del engaño, unos haciendo como que gobiernan y los otros haciendo como que fiscalizan. Entretanto, el país se va a pique, la economía se contrae y deja pasar oportunidades tras oportunidades, la violencia campea y los criminales se ríen a mandíbula partida de las declaraciones de estado de emergencia, del Plan Boluarte y de leyes que “endurecen” las penas (¿cadena perpetua por el robo de un celular?) Por favor!!!. El meollo de la cuestión en materia de seguridad ciudadana ha sido siempre una cuestión de leyes que se apliquen con justeza, prontitud y eficiencia y no necesariamente una cuestión de leyes irracionalmente duras. Es decir, lo que falta –lo que siempre ha faltado en el Perú– es el “enforcement”, la puesta en vigor de las leyes. El problema es que el “enforcement” requiere de un Estado que funcione y un gobierno que gobierne. Y como sabemos, en estos momentos no tenemos ni lo uno ni lo otro. Solo tenemos un gobierno y un Congreso que vive feliz en su burbuja, hasta que la presión social termine por pincharla.
Carlos Anderson
Congresista de la República
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