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¡Defínase ya, presidente Boluarte!

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Fecha Publicación: 17/06/2023 - 23:00
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Que la conducta de la clase política contemporánea sea tan lamentable, es una verdad de Perogrullo. Va como si nada pasara y los peruanos viviéramos en el mejor de los mundos. Quienes cómodamente manejan los destinos del país no se percatan de la realidad que está viviendo nuestra sociedad. Una realidad sin duda kafkiana, término originario a partir del mítico escritor checoslovaco, cuya visión del ambiente humano revela la soledad y, como bien describen quienes mejor interpretan esa visión, “genera un eco de soledad y sinsentido existencial que muy pocos autores han logrado alcanzar, sin separarse de hacer ficción”.

Desde hace un tiempo, tal vez década y media atrás, el Perú dejó de lucir esa vibrante estrella de progreso que impulsó una ráfaga de esperanza, primero; y luego una estela de orgullo y optimismo, tras la derrota de décadas de miserias desatadas a partir de las empobrecedoras reformas sociales introducidas por la “revolución” socialista de Velasco Alvarado. Esta pretendió convertirnos en una Cuba sudamericana. En ese tiempo, Cuba se presentaba como una isla de la felicidad, la igualdad y prosperidad, como gloriosamente la llamaba la izquierda regional. Aunque en rigor, no era sino un territorio propiedad de un tirano como Fidel Castro.

Poco tiempo después de la revolución fidelista, el mundo conocía que esa idílica descripción era fruto de la engañifa estalinista de entonces, que jamás se conciliaría con la realidad. Simplemente porque nació a consecuencia de una sanguinaria, implacable, falsaria revolución socialista que fue elaborada por los sótanos estalinistas de la URSS soviética, donde el término libertad era inexistente. La “revolución velasquista” fue copia y calco del fidelismo.

Duró una docena de años. Y sus consecuencias fueron el empobrecimiento general, la institucionalización de la “lucha de clases”, el complejo de inferioridad y el resentimiento social, a partir de la ideología comunista soviética “tropicalizada” por Cuba. Esta tragedia socioeconómica la continuaron gobiernos pusilánimes trajeados de demócratas, y gobernantes pletóricos de un delirante entusiasmo juvenil inspirado en fracasados modelos de gobierno socialistoides.

En 1990, Fujimori hizo pisar tierra al Perú. Y en dos años, acabaría con el cuarto de siglo de sanguinario terrorismo, sembrando –aunque en forma incompleta– las bases sociopolíticas/económicas de una moderna república que, desde allí, y durante década y media, logró que el Perú florezca como nunca antes en su historia lo había logrado. ¡Pero el resentimiento y las intrigas socialistas, se encargarían de arruinarlo todo! Fue a partir del régimen humalista. Desde entonces este país ha venido transitando por otro sendero, hasta llegar al absurdo extremo de encumbrar en la jefatura del Estado a un golpista neófito, acomplejado social, corrupto, llamado Pedro Castillo.

Hoy nos gobierna quien fuera vicepresidente del sátrapa Castillo. La sociedad aún desconfía de sus gobernantes que, dicho sea de paso, son empíricos y tal vez por ello timoratos. Al extremo de llevar seis meses en el gobierno sin pisar el pedal de la autoridad. El país necesita, demanda que Dina Boluarte confiese si gobernará como la socialista que dijo ser, o como se lo exige la realidad.

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