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Degradación de la política

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Fecha Publicación: 01/12/2022 - 00:00
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En el Perú se ha producido una estremecedora degradación de lo que implica el ejercicio de la política, como fundamento de la práctica democrática. El todo vale es la regla de oro que impera en un universo de improvisados, que tratan de trajearse de lo que no son -y jamás lo serán- para aprovechar la oportunidad de llenarse los bolsillos. Además, para asegurar su figuración entre las esferas sociales y así consolidar su mal práctica del oficio, ejerciendo influencia entre la ciudadanía. Porque mucha gente que ahora luce una etiqueta de político en la frente no está preparada moral, intelectual, profesionalmente para desempeñar esta altruista misión. Ni tampoco algún día serán las figuras que pretenden ser, tan sólo disfrazándose del personaje que ambicionan interpretar. Por cierto, uno de los principales cometidos del político es la lucha -pero sobre todo el sacrificio (en todo orden de cosas, empezando por el aspecto económico)- por cumplir con los ideales por los cuales ingresó a la arena pública. Ninguno de esos preceptos los vemos hoy en el universo de politiqueros que improvisan su participación en la vida oficial peruana. Esa degradación se percibe incluso con mayor énfasis en la capital del país, que al interior del Perú. Parafraseando al imaginario popular, la política –sobre todo la capitalina- ha venido pasando de ser el ómnibus de antaño al microbús populachero; luego a la combi; y hoy a la mototaxi de la sociedad a la que atiende, maltratándola, arriesgándola y, al fin del día, victimizándola con su irreverente informalidad y absoluta desaprensión.

Y por supuesto, el crisol que sirve de escaparate para exhibir las características del “político” peruano contemporáneo es nuestro Estado. En todo su esplendor lo tenemos retratado en la presidencia de la República, en los ministerios, en el Parlamento. Es este último espacio, la práctica del transfuguismo se ha vuelto condición sine que non para instrumentalizar a los políticos de la nueva trova socialista. Gente sin razonamiento -ni menos méritos personales- que, tras su investidura como mandatario, ministro, congresista, etc., decidió reacomodarse. En el caso del presidente, postuló por Perú Posible pero gobierna siguiendo el mandato del Foro de Sao Paulo. O el caso de los parlamentarios; que entraron con una bancada y hoy actúan en otra. ¡Esos individuos, amable lector, deciden su futuro y el de su familia, proponiendo, aprobando, desaprobando leyes sin la más pálida idea de lo que es una Constitución ni mucho menos saber distinguir entre el bien y el mal! Unos miserables trásfugas, que se sentaron en una curul parlamentaria -asignada a la agrupación por la que postularon- y hoy están en otra, de un partido distinto, que les prometió sabe Dios qué prebendas. O peor aún, trabajan para un poder Ejecutivo que le ha ofrecido beneficios en efectivo y/o puestos de trabajo para sus familiares y amigos, corrompiendo sus labores congresales y colocándoles al borde de la denuncia constitucional. ¡Porque traficar con su voto está constitucionalmente prohibido! ¡Vale decir, la negación del político –y de la práctica política- en su máxima expresión!

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