Desconfiamos de este JNE
Para este escriba, las inminentes elecciones municipales y regionales serán tan dudosas y desconfiables como las generales del año pasado. Presidiendo el Jurado Nacional de Elecciones JNE un comunista llamado Jorge Luis Salas Arenas y, coincidentemente, participando en los comicios del año pasado otro comunista de nombre Pedro Castillo, no resultó extraño el desenlace conocido. Hoy, el JNE es presidido por el mismísimo individuo que manejó el proceso que desembocara en el cuestionado éxito de Castillo. Por cierto, esta coincidencia ideológica no le fue suficiente a Salas Arenas para utilizar el cargo, como tenía previsto. Prefirió asegurarse doblemente apelando a otra treta: el uso del doble voto aprovechándose de una extrañísima “coyuntura”. ¡Como que el Colegio de Abogados de Lima “no pudiese” elegir oportunamente a su representante ante dicho Jurado, reemplazándolo convenientemente en ese estratégico ejercicio! ¡No fue poca cosa la protesta nacional contra el presunto fraude electoral de 2021! Pero, gracias a la coyuntura política procomunista que prevalece en la región y como resultado del dominio de las izquierdas en todos los organismos multilaterales, como la Organización de Estados Americanos OEA, finalmente a los observadores de este organismo -que vinieron al Perú supuestamente para ”certificar” que el proceso electoral se desarrollase limpiamente- únicamente se les vio participando en cuchipanda y media muy bien rociadas de tragos, lo que facilitó que quedase “limpiamente consolidado el triunfo de Castillo”.
El Jurado Nacional de Elecciones del Perú ha dejado de ser aquella institución tutelar que garantizaba el ejercicio de la, posiblemente, más importante de las voluntades que deba ejercer una sociedad soberana: elegir a sus autoridades.
El desafortunado año corrido desde que asumió el poder el atrabiliario régimen Castillo es la muestra más elocuente del resultado de una mala elección. Peor aún de una elección mal hecha. Muchísimo más grave todavía, de una elección realizada en forma amañada. Vivimos tiempos turbulentos jamás imaginados y, con mayor razón, nunca deseados. Lo indignante es que esta realidad es fruto directo de una manipulación de la voluntad popular, dirigida a privilegiar a una corriente ideológica pervertida y corrompida, como es ese comunismo regional. Más propiamente, el comunismo sudaca, inaugurado por Castro, heredado por Chávez, Lula, Maduro, Ortega, Morales y asimilado bastardamente por Castillo.
El malestar que produjo en gran parte de la ciudadanía la prepotencia del JNE, manejado por Salas Arenas; y de la ONPE, maniobrada por Crovetto, quedará cincelado en piedra. En cualquier nación demócrata y seria, ambas autoridades estarían descalificadas para ejercer cargo público alguno en un futuro proceso electoral. Sin embargo en la República Peruana, los rojos siguen -y seguirán- haciendo lo que les da la gana. ¿Por qué? ¡Porque la sociedad contemporánea peruana ha perdido toda capacidad de indignación -y de coraje- para protestar con la fiereza que el momento demanda! Venimos repitiéndolo majaderamente, tal vez en estéril esfuerzo, aunque no cejaremos de repetirlo. ¡¡Los peruanos necesitamos recuperar –ahora mismo- nuestra idoneidad contestataria frente al poder ejercido vilmente por este régimen bolchevique, marxista pro terrorista!! ¡Salas y Crovetto jamás garantizarán, de manera alguna, elecciones limpias!
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