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Diario de clases

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Fecha Publicación: 02/04/2021 - 20:00
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Querido diario: te pido disculpas por revelar algunos detalles de nuestro secreto. Como verás, me siento apenado. Cuánto extraño los días lunes, la formación general, entonar el himno nacional, las oraciones que elevamos a la patrona de nuestra escuela y a papá diosito.

Te cuento que hice una serie de malabares para acondicionar una “oficina privada” en un espacio de mi pequeño hogar. Sabes que, como buen docente de escuela, me preparé mucho para este año escolar. Esa es la razón por la que dividí mi pequeño dormitorio, ahora tengo “mi aula”, desde donde desarrollo mis clases virtuales. Debido a interrupciones involuntarios de valientes músicos, vendedores ambulantes, perros hambrientos de la calle, hirientes bocinazos de mototaxis y también voces de quienes habitamos en mi pequeña casa, decidí acondicionar un ambiente libre de ruidos, por eso lo hermeticé con frazadas y cartones.

En los meses pasados aprendí a utilizar algunas herramientas digitales, por cuenta propia, ahora estoy muy emocionado porque logré programar mis clases virtuales. Pero estoy muy preocupado: hoy, de 42 alumnos matriculados solo lograron conectarse 25 y lamentablemente solo pude interactuar con 15. En casa, hicimos un esfuerzo y pagamos para acceder a un “mejor servicio” de internet, sin embargo, la señal se interrumpió varias veces.

No esperaba la queja y reclamo airado de los padres, a pesar que les presenté mis disculpas. Al finalizar la clase me escribió un misterioso NN, que no sé cómo logró infiltrarse a mi aula, identificándose como supervisor de la UGEL. Soporté una severa llamada de atención porque no había garantizado la asistencia de mis 42 alumnos. También cuestionó la ambientación de mi aula, recomendándome que debiera parecerse a una real.

Me encomendó que me comunicara con todos los estudiantes ausentes y que programe la clase inmediatamente en el horario que ellos dispongan. También me conminó a enviar un informe diario del trabajo desarrollado, detallando con minuciosidad la retroalimentación a cada uno de los estudiantes

Como verás, continúo llamando y no logro comunicarme con todos mis alumnos. No me había dado cuenta de lo tarde que es. Con razón mi menor hija toca con insistencia la puerta, olvidé que no ha almorzado y que su mamá llegará en la noche porque atiende a un familiar que enfrenta al despiadado COVID. Ah! El ruido disminuyó bastante, pero “mi aula” es un horno donde el intenso sudor es una raya más del menosprecio e indiferencia de burócratas que dirigen la educación de nuestro país.