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Dios en la cultura occidental

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Fecha Publicación: 11/03/2020 - 20:10
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George Steiner (1929-2020), fallecido recientemente a los 90 años, ha sido uno de los más renombrados intelectuales contemporáneos: gran conocedor de Heidegger, agudo crítico literario, estudioso de la Biblia hebrea, ensayista profundo, hombre de letras. No fue un creyente, pero reconoció las huellas de lo sagrado y lo trascendente en la historia. Steiner se calificaba como un hombre no religioso, aunque conocía muy bien sus raíces judías, no en vano escribió “Un prefacio a la biblia hebrea” (2017). Es el texto de un estudioso de la biblia, no de un hombre de fe.

El Absoluto siempre estuvo presente en sus escritos. Miró a Dios como objeto de estudio, no como un sujeto de amor. Se quedó allí y no es poco para un mundo secularizado como el nuestro. Su Absoluto no llegó a ser el Dios de la zarza ardiente de Moisés. Resaltó las contradicciones en varias de las narraciones bíblicas. Le resultó imposible aceptar que Dios mande a Abraham sacrificar a su hijo Isaac. Pasado por el filtro de su agudeza mental, se le atoraban en la cabeza muchas propuestas del judaísmo y del cristianismo. Leyó muy bien la biblia, pero no rezó con ella. Habló de Dios, pero no habló con Él.

En la entrevista recogida en “Un largo sábado”, 2016, declara lo siguiente: “A riesgo de ridiculizarme, voy a confesarle algo, no soy religioso, soy probablemente volteriano –mi padre también lo era-, pero no comprendo cómo nos han llegado ciertos textos de la Biblia. No me lo explico (…) Sé que es totalmente absurdo, pero para algunos de esos textos no consigo articular un análisis racional, cognitivo, una explicación textual que tenga cierto valor”. “Sigo teniendo la esperanza –continúa diciendo- de que, si el IRA ha podido calmarse, si el muro de Berlín ha podido caer, etc., es porque los milagros ocurren. Milagros prácticos. Escasean, pero suceden”. Para ser volteriano y no religioso, no está mal la esperanza que tiene en la irrupción de los milagros en la historia.

De hecho, en “Un largo sábado” insiste en la importancia de “lo que Dostoievski llamaba la única cuestión (la de la existencia o no existencia de Dios). Si ya no vale la pena reflexionar sobre esta cuestión -afirma Steiner- ya no podremos producir obras de primera categoría. Nueve décimos de nuestro arte y de nuestra arquitectura tienen un tema o un trasfondo religioso, ya sea la “Misa Solemnis” de Beethoven, la música de Bach, o bien nuestras catedrales, nuestros edificios, nuestras ciudades, nuestras leyes, etc.” En esto Steiner fue muy claro, sin el discurso de Dios en la república de las letras, se acabó Occidente.

George Steiner afirmaba que cuando se lee a un clásico, sucede que es más bien el clásico quien nos lee e interpela. Leemos la Biblia y es la Biblia la que nos lee. En sus escritos hay ciencia y hay Dios, aunque se pelee con Él. Gracias al Dios que permaneció al acecho de Steiner, podemos gozar de los escritos de este fino cultor de las Humanidades que supo percibir las gramáticas implícitas de la creación, sostén de la cultura occidental.

Francisco Bobadilla Rodríguez