El ADN victoriano
No sorprende que Alianza Lima haya desistido de acercarse a conversar con Paolo Guerrero pues, creemos, que nunca estuvo en sus planes. Razones varias para no tenerlo en el ranking de opciones, su edad, sus lesiones, su desvalorización en el mercado, su postura intolerante, en fin, él mismo se alejó de cualquier posibilidad.
En los últimos días fue aún peor cuando declaraba que no lo habían llamado. Una estrategia que lo puso en el escaparate como invendible o incomprable. Paolo lo que pasa es que es hora que recapacites, ya no gravitas a los 40 años.
Mucho menos puede sorprender haberse desprendido de Carlos Zambrano con quien hablarán para llegar a un acuerdo y cesarlo tras una temporada de olvido, confirmando ser un elemento difícil, con tendencias muy extremas al enfrentar a los rivales, posiblemente cuestionado en los vestuarios, con amistades nocturnas para celebrar en el triunfo y aplacar la derrota. Que mejores juntas que Cueva y Reyna.
En esta trilogía se sumó el joven Jairo Concha, a quien el club victoriano a través de su vocero Bruno Marioni cuadró con alevosía diciendo que el Alianza Lima “es más grande que sus jugadores y que no podía permitir que no le contestara la oferta para su renovación”, explicación que se preocupó de difundir desde días antes de la conferencia de prensa.
Preguntaremos al talentoso volante si en los tres años que ha militado en la institución, se le ha depositado su sueldo, premios, primas y otros chiches, el día acordado y no ha existido jamás ningún retraso de la patronal para, de manera objetiva, hacer un comparativo a la par de lo que hoy le reclama el director de fútbol profesional al no renovado Concha.
O quizás consultarle al funcionario argentino si se animaría a ser tan exigente y radical, por ejemplo, con Hernán Barcos cuando pudiera aparecer alguna situación idéntica como la del hoy exvolante, para que el 9 íntimo pudiera verse en aprietos, viviendo con la intolerancia del marcaje gratuito.
Y advertirle que sería cesado sin contemplaciones, ni perdón, frente al atrevimiento y malacrianza como niño desobediente de no haber contestado la oferta porque “los ellos (los jugadores) no pueden estar por encima de la institución”.
O en el caso de algún atajador de primera, reconocido por su mano larga y pegalón, cuando todo el mundo hace mutis, mirando para el otro lado, rememorando como decía el querido e inigualable Humberto Martínez Morosini “aquí no pasa nada”.
Podemos seguir con más cavilaciones y ejemplos, todos coincidirán que buscar armonía en Alianza Lima será una tarea encumbrada y protagónica, que responda a algún bisoño personaje como cancerbero, que usa ese poder prestado para aparecer como el más implacable, que allí en la institución las normas no están pegadas en la pared, que no van a ocurrir más desatinos y omisiones al momento del llamamiento porque se pondrá orden en la cuadra sin piedad.
Quienes siguen el fútbol desde siempre saben de memoria que la quimba y el cachondeo fue el artífice de tantas conquistas victorianas, que ese espíritu indomable no se va a poder modificar fácilmente. Está impregnado en Matute. Es el ADN del estadio y de su gente. Brota espontáneamente. No lo olvide Marioni.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.