El ciclo Villanueva
Cuando el 29 de marzo del año pasado se anunció el nombramiento del congresista de Alianza para el Progreso y ex gobernador de San Martín, César Villanueva, como el primer presidente del Consejo de Ministros del flamante gobierno de Martín Vizcarra, surgieron opiniones encontradas.
Por una parte, se aplaudió la reivindicación histórica de un apreciado personaje político que a inicios del 2014 fuera maltratado públicamente por la entonces primera dama y poderosa ‘influencer’ de la administración humalista, Nadine Heredia, estando en el mismo cargo al cual lo convocaba Vizcarra. Por otra, desconcertaba que el más conspicuo instigador de la caída de Pedro Pablo Kuczynski apareciera en la primera línea de mando de la sucesión.
Sin embargo, salvo en el núcleo duro del pepekausismo, la designación de Villanueva cayó bien de cara a los diversos grupos representados en el Parlamento. Y cómo no caería bien si luego se supo que Vizcarra y Villanueva armonizaron tareas con fujimoristas, acciopopulistas, apristas y otros para jalarle la alfombra al jerarca de Westfield Capital. La investidura del Gabinete estuvo garantizada mucho antes de su definición absoluta.
Desde entonces, Villanueva abrió a los ojos del país su patética medianía como gestor ejecutivo que contradecía la imagen proyectada en la gobernación regional de San Martín y los modales ecuménicos con los que se expresaba. Apenas a 30 días de asumir su importante función, rompió fuegos contra el ministro de Economía, David Tuesta, quien insinuó desconocer como política pública oficial el tema de la revisión de los contratos de peaje en todo el país (propuesto por Villanueva) y luego desautorizándolo en la iniciativa de modificar los términos del Impuesto a la Renta.
Fue una absurda intromisión motivada por ajustes de cuenta personales que luego derivó hacia la renuncia de Tuesta y la insólita arremetida contra el organismo regulador del agua y saneamiento (Sunass) en la fijación de las tarifas de consumo en Moquegua, la tierra de Vizcarra. El populismo y la búsqueda del aplauso fácil de las tribunas reflejado en las encuestas –que tanto veneran ambos– salieron a flote con todo esplendor.
El viernes 1 de febrero, Villanueva culpó a la empresa estatal Petroperú de incumplir diversos compromisos con la comunidad de Mayuriaga (Loreto) algunos de cuyos integrantes dañaron un tramo de su estructura. Al final, suscribió acuerdos con dicha comunidad sin sancionarlos por los perjuicios. Y también con los transportistas de Arequipa quienes habían bloqueado varios días la carretera Panamericana y a cambio recibieron ventajas en el precio del contaminante combustible diésel y el peaje.
Villanueva solo deja un legado de baja intensidad política y supina mediocridad.