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El derecho a decidir: libertad y DDHH en la encrucijada

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Fecha Publicación: 30/01/2025 - 22:00
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Los recientes eventos relacionados con las políticas migratorias del gobierno de Donald Trump, específicamente las deportaciones y el trato a los inmigrantes, han generado una amplia gama de opiniones, tanto dentro de EE. UU. como a nivel internacional. Considero importante poner de relieve un principio fundamental: “La soberanía de cada nación y el derecho de los gobiernos a tomar decisiones sobre sus propios asuntos internos sin que otros países interfieran en esos procesos”.
La soberanía de una nación es un principio básico del derecho internacional, y eso incluye la capacidad de un país para definir sus políticas migratorias, de seguridad y sus reglas internas. Cada país tiene el derecho de ordenar su territorio y tomar decisiones que considere necesarias para el bienestar y la seguridad de sus ciudadanos, sin la necesidad de ser objeto de presiones o juicios externos. Esto no significa que se deban ignorar los derechos humanos o los principios universales de respeto a la dignidad de las personas, pero sí que se debe entender que las decisiones políticas y de gobernanza son prerrogativas del pueblo y sus autoridades legítimas.
Las políticas de deportación implementadas por el gobierno de Trump han generado gran controversia. Sin embargo, es importante señalar que cada nación tiene sus propios desafíos, necesidades y contextos sociales, económicos y políticos. Lo que puede ser adecuado o necesario para un país puede no serlo para otro y, por lo tanto, las intervenciones de gobiernos extranjeros no deben considerarse como una forma de imposición. En lugar de emitir juicios apresurados o críticas unilaterales, lo que corresponde es fomentar el respeto mutuo y la cooperación, trabajando en conjunto para abordar las cuestiones que afectan a cada nación de manera que respeten sus particularidades y el derecho a decidir su rumbo.
Por otro lado, el debate sobre la inmigración y las deportaciones es un tema complejo que involucra no solo a los gobiernos, sino también a las comunidades y a las personas afectadas. Es innegable que este es un tema sensible, que toca las fibras más profundas de nuestras sociedades. Sin embargo, esto no debe ser razón para que otros países intenten imponer su visión o solución a un problema que tiene raíces profundas dentro del contexto de cada nación. Las políticas migratorias deben ser tomadas con un entendimiento claro de las realidades locales, y los gobiernos deben ser los principales actores en la implementación de soluciones, no los observadores o jueces externos.
Es necesario recordar que la intervención de actores externos, sin importar lo bien intencionados que sean, puede tener efectos desestabilizadores en la autonomía de un país. Un país que no tiene el control sobre sus propias decisiones internas pierde parte de su capacidad de gobernar. La soberanía implica que, aunque exista el derecho a la crítica y al diálogo internacional, lo que corresponde es respetar los procesos internos de cada nación y buscar maneras constructivas de colaborar sin presionar ni interferir.
La clave para avanzar hacia un mundo más justo y equilibrado radica en el respeto mutuo, en la capacidad de dialogar sin imponer. La soberanía de cada país debe ser respetada, y sus decisiones deben ser vistas dentro del contexto de su realidad y no a través de la lente de intereses externos. Es fundamental que el orden interno de cada nación sea respetado, para que puedan tomar las decisiones que consideren necesarias para su desarrollo y bienestar, sin la interferencia de aquellos que no tienen el derecho de involucrarse.
He dicho.

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