El déspota chotano
Nadie duda de que quien ocupa la presidencia del país sea un individuo imputado por presunta mega corrupción; aparte de un plagiario, mitómano, inculto, silvestre, incapacitado para gestionar hasta la más elemental de las funciones. Pero lo ocurrido el último viernes describe a este sujeto en su faceta prepotente y matonesca, característica de todo déspota. Un infeliz Castillo andando por las calles -como lo hace cada vez que busca lucirse- rodeado de un contingente compuesto por centenares de policías. Sin embargo, esta vez el chotano se desenmascaró exigiéndole a un miembro de nuestra Policía Nacional que se incline ante sus sucios pies para atarle los zapatos, en clara muestra de un vasallaje absolutamente repudiable y condenable. Este es el atorrante mandatario que tiene el Perú gracias a un enemigo de los peruanos que se apellida Salas Arenas; y a una población inculta que se dejó manejar de las narices por la progresía caviar que domina a los canales de televisión 2,4,5,8,9,10, a los periódicos La República y El Comercio, así como a la estación radial RPP. En vísperas de la segunda vuelta electoral, estos medios repetían día, tarde y noche “Votar por Keiko es votar por la corrupción”. Semejante puñado de incalificables son también imperdonables culpables del gigantesco drama que hace un año soporta el Perú.
Poniendo al descubierto su extraña delictiva, al día siguiente de perpetrar alguna estupidez o de cometer algún exceso, el tiranuelo Castillo emite un tweet plañidero redactado por terceros. En esta ocasión lo hizo rebuznando otra de sus características idioteces. Como aducirle a “evitar que recrudezca mi lumbalgia” el hecho de no poder amarrarse él mismo los zapatos. Oiga usted, Castillo, hay millones de peruanos de toda condición social que padecen de múltiples males que les impide atarse los zapatos y muchísimas otras funciones elementales en sus vidas. ¡Pero no exigen que se lo haga un miembro de la Policía! Lo que hizo usted este viernes se llama vasallaje, servilismo o esclavitud en cualquier lugar del planeta. Como primer funcionario a órdenes del país -jamás el país a sus órdenes, como considera usted- debiera avergonzarse por lo que hizo: obligar a que un policía le ate los zapatos. Pero usted es un vil, desvergonzado prepotente, que considera a la presidencia de la República como coto personal para usted, su familia y todos los integrantes de la organización criminal que usted dirige, establecida para robarle a los peruanos (del más humilde al poderoso), según los indicios que le imputa la Fiscalía de la Nación.
Apostilla. El tirano de Nicaragua, Daniel Ortega, decidió clausurar siete estaciones de radio de la Iglesia Católica y ordenar el arresto domiciliario de un obispo. ¡El Papa Francisco sencillamente no ha censurado al opresor nicaragüense! ¡Ni siquiera ha pronunciado o escrito crítica alguna! Son tiempos de enorme desconcierto para los católicos del mundo. En el Vaticano actual, reinan el silencio y la absolución general para quienes atentan contra las libertades individuales y contra los derechos de cada persona a tener un credo religioso. ¿Qué ocurre, Papa Francisco?
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