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El drama del centroderecha peruano

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Fecha Publicación: 11/06/2023 - 23:00
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Estamos a mediados de 2023. Significa que, de no mediar otro exabrupto en el complicado escenario político nacional –un hecho no descartable, dada la frágil coyuntura que atraviesa el régimen Boluarte, todavía incapaz de entronizar su autoridad a lo largo de todo el territorio nacional– en tres años habrá elecciones generales. Y como de costumbre, cogerá desprevenido al centro y a la derecha peruanas, hoy más desunidos que hace mucho tiempo.

Basta compulsar lo que ocurre en el Congreso, donde la izquierda ha sido capaz de articular consensos entre las múltiples, divergentes, inclusive antagónicas organizaciones rojas que allí operan, consensuando votaciones donde ha pactado acuerdos para legislar con sentido estratégico.

No obstante, salvo uno que otro caso, el centro y la derecha ha estropeado las oportunidades para constituir no únicamente una plataforma jurídica coherente, acorde a su línea de pensamiento; sino, además, ha sido incapaz de establecer una alianza política sólida, rumbo a unas futuras elecciones, con el agregado de consolidar un acervo legal indispensable para gobernar este difícil país.

¡Hasta hoy indómito, en proceso de autodestrucción! Parece mentira que gente pensante, aunque no en número suficiente como para adecentar las bancadas que tiene el centroderecha, mantenga poses tan discordantes. Inclusive en ciertos momentos antagónicas entre sí, dedicándose incluso a confrontar entre ellas afectando a sus partidos y/o intereses. Al final, fragilizando la ideología del centro derecha que, por donde se le observe, es la piedra angular de su presencia en el poder Legislativo, representando a parte de los 33 millones de peruanos.

Esa clásica práctica del centroderecha local de comportarse como escorpión, en los momentos más críticos para el Perú, revela la mentalidad perversa que transpiran sus dirigentes. O quizá sus partidarios, que al fin del día son quienes las eligen. A su vez, es el espejo de la desgracia por la que atraviesa el país hace un cuarto de siglo. Probablemente pueda aducirse como razón aquello de la década de fujimorismo en la vida política del Perú que anuló, para todos sus efectos, la presencia de los partidos políticos. ¡Vaya que sí los había; tanto del centroderecha como de la izquierda!

Esta provocación a los partidos –por obra del fujimontesinismo tras la primera reelección de su líder– fue con toda justicia considerada un evidente atropello antidemocrático, con secuelas de justificado antagonismo contra el partido de Fujimori. ¡Coyuntura que se agravó, luego de su segunda reelección, y su posterior renuncia por fax a la presidencia! Desde entonces quedó resquebrajado el centroderecha peruano, con todos los graves efectos que aquello le ha acarreado a la política nacional. Es hora que Keiko Fujimori comprenda la realidad, y exhiba un gesto al centroderecha dejando de participar, como candidata presidencial, en las eventuales elecciones de abril 2026. Por cierto, aquellos procesos judiciales por el affaire Lava Jato la tendrán ocupada los próximos años.

¡Aproveche para limpiar su imagen, ya bastante cascada de cara al futuro! ¡Será un guiño valorado! A la vez ese hiato le servirá para mostrar grandeza y desprendimiento, valores que apreciará la ciudadanía.

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