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El gobernante y el arte del engaño

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Fecha Publicación: 09/08/2022 - 22:45
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Hace unos días se reveló que la principal estrategia de Pedro Castillo para gobernar es practicar el “arte del engaño”. Esa parece ser la razón de su díscolo e impredecible comportamiento. Su poca tolerancia a la crítica lo lleva a correrse de las entrevistas sabiendo que, por su temperamento, tampoco puede evitar “irse de boca”.

Castillo pierde los papeles con facilidad, por ello le debe costar esfuerzo manejar la estrategia. Cuando se molesta habla tan rápido que no alcanzamos a entender lo que dice. Felizmente los noticieros tienen la gentileza de apoyar con subtítulos sus ininteligibles frases.

En sólo una semana la estrategia ha quedado en evidencia. Primero pretendió engañarnos haciendo la finta de asistir al Ministerio Público a colaborar con la justicia, cuando ya había decidido mantenerse en silencio. Por ello sonó a burla cuando su soberbio abogado lo declaró “victorioso” al comparar a Castillo con Julio César diciendo “Llegué, vi y vencí” cuando en realidad debió decir: “Llegué no sé para qué, me asusté, me quedé callado y muy molesto me fui”. Su silencio en la Fiscalía y los rumores que generaron la nocturna visita del canciller de México, sobre una supuesta solicitud de asilo, fueron una mala señal para el Congreso que no autorizó su planeado viaje a Colombia.

También la “humeante” carta de Aníbal Torres, poniendo su cargo a disposición, parece haber sido parte del montaje de un perverso plan que aparentemente fue frustrado a tiempo. Cuando declaró “Mañana juramentaré un nuevo gabinete de ancha base” era un “engaña muchachos” sabiendo que le iba a ser muy difícil reemplazar a un premier de esas características. Está claro que no podrá haber un gabinete de “ancha base” mientras se mantenga en el poder un gobernante limitado en la estrechez de sus principios y valores.

Preocupa, verlo “irse de boca”, cuando amenaza, exige y ordena a Rosana Cueva y Panorama, rectificarse de un reportaje que, tomando las declaraciones de testigos protegidos de la Fiscalía, lo pone en evidencia.

También es parte del arte del engaño mostrarse magnánimo ante el Congreso cuando “les tiende la mano por última vez”. Más pareció una amenaza que un gesto de conciliar porque al día siguiente invocaba al pueblo a la insurgencia, en un gesto desesperado de un gobierno que, viéndose acorralado por la justicia, amenaza con tomar por la fuerza un Congreso “golpista”.

El Congreso, conociendo la estrategia del gobernante, hizo bien en no dejarlo ir a Colombia, pero tampoco puede permitir que se quede por más tiempo. Sabe que antes tiene una tarea pendiente con Dina Boluarte, cuyo proceso en la subcomisión de acusaciones constitucionales parece ser demorado por el instinto de supervivencia de algunos congresistas que quieren quedarse con Castillo.

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