El hombre de Rupak Tanta
Melacio Castro Mendoza está de visita en nuestro país, un cajamarquino de corazón quien nació por accidente en Caín, en las cercanías de Chepén. Un escritor de fina pluma con un vasto trabajo literario recorre silencioso las librerías de Europa. A pesar de vivir autoexiliado en Alemania, lejos de los suyos, en sus obras ha logrado trasladar la patria hacia el viejo continente reforzando en esa larga travesía su identidad y cubriendo con colores patrios su agigantado corazón en el que deja notar una intensa nostalgia. Su bien cuidada escritura refleja lo que Günter Grass afirmara: “Melancolía y utopía son cabeza y cola de la misma moneda”.
Castro anda pregonando las travesías de “El hombre de Rupak Tanta”, una exquisita historia de Purek Kañiwa: un migrante de nuestros Andes que llega a la ciudad alemana de Essen. La obra está ambientada en el jardín municipal del antiguo centro minero. El itinerario cruza siete puertas con travesías en siete escenarios distintos donde ocurren episodios fascinantes y “conviven la cadencia del mundo de arriba, la oscuridad destinada a ser la luz del mundo de abajo y la complejidad del mundo de aquí”. Es la aventura de quién, acompañado por el amor de su vida: la luz de la luna, se atrevió a recorrer el mundo sembrando en cada lugar su particular sello andino, pintando con singular imaginación la Nueva Rupak Tanta del mañana, la patria soñada.
Bertolt Brecht escribió que “El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma”, el libro de Castro es una reafirmación de ello y pone en relieve las aspiraciones reales de una patria distinta que hemos de construir y que sea “Un territorio destinado a convertirse en el reino de la justicia, del bienestar y la paz”.
Los hombres aspiramos mundos nuevos, buscamos estancias construidas donde sea posible hilvanar mundos que quisiéramos trocarlo para que el mañana llegue pronto; caminamos amasando arcilla, amalgamando con sudor, lágrimas y sueños para edificar en alguna parte del mundo donde, ladrillo sobre ladrillo, construyamos un hogar cuyas puertas den bienvenida a quienes por casualidades de la vida somos migrantes incluso en nuestra patria.