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El narcoterrorismo ataca al Perú
Mario Vargas Llosa, el Nobel que transita bajo la sombra acosado por la prensa del glamour español -aquella que antes le engreía pero ahora le hace feos, tras su separación de la socialité Isabel Preysler- tiene mucho que aclarar respecto a sus quehaceres a favor, tanto de una malhadada comisión de la verdad –que en muchos casos apoyó la anulación de condenas a terroristas; y/o en otros la reducción de estas- como en la construcción y financiación del museíllo de la memoria. Al final del día, el propósito de ambas abyecciones (oportunistas y maquiavélicas) coincidían con los objetivos de la “justicia social”, como espolón de proa, planteados y defendidos por el genocida abimael guzmán con apoyo, directo e indirecto, de todas las izquierdas regionales. Y particularmente, de la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Ambas coincidían con el genocida abimael guzmán en lo concerniente a la concepción doctrinaria de “objetivos” humanistas. También ambas –Comisión y Corte- y las izquierdas zonales, aprobaban la excarcelación de miles de senderistas y de emerretistas. El objeto fue cumplido con, al menos, el silencio cómplice de Vargas Llosa y su respaldo clarísimo a los ejecutores intelectuales -inclusive materiales- de tales iniciativas, finalmente nocivas para la gran parte de los peruanos. Porque se trataba de la liberación de muchos miles de terroristas, todos con alto grado de peligrosidad, sueltos en plaza so pretexto de la fantasmagórica “reconciliación” nacional que, como ahora está comprobado, jamás se produjo.
Es imposible e improbable que alguien -con sentido común- considere que el postulado que acabamos de plantear sea errado. El hecho que este país haya sido gobernado por un mayordomo de abimael guzmán –como fue Pedro Castillo en su puesto de secretario del fenate, gremio sindical del profesorado dependiente del movadef, la facción política de sendero luminoso- confirma la tesis que, tras la instrumentalización de la comisión de la verdad y construcción del “museo” de la memoria –como antes Vargas Llosa apoyó el levantamiento de otro baldón, llamado “el ojo que llora”-, renació sendero luminoso convertido en mecanismo narcoterrorista, al servicio político de las izquierdas de todas las sangres y del gigantesco mundo del tráfico de todo tipo de delitos, vinculados a grandes mafias internacionales que, precisamente, utilizan al terrorismo como una de sus fuerzas de choque.
Una carambola de lujo que ahora opera como reloj suizo en este lado del orbe, teniendo a Colombia y Bolivia –dos de los tres únicos productores de hoja de coca en el planeta- hermanados, tanto ideológica (el marxismo sudaca), como financieramente (la hoja de coca), faltándole únicamente integrar al Perú en el mismo eje del mal. A ello se debe esta guerra soterrada desatada por el Foro de Sao Paulo contra el Perú, tras haber perdido a su obrero, Pedro Castillo, como encargado de este capítulo. La meta del Foro, dirigido desde La Habana, es doblegar a los peruanos para enrumbarnos hacia el mundo narcoterrorista, en calidad de guardaespaldas de todas las izquierdas regionales que bregan por apropiarse del subcontinente. ¡No lo permitamos!