ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

El nuevo rostro social

Imagen
Fecha Publicación: 22/02/2020 - 22:10
Escucha esta nota

A raíz de los resultados electorales del 26 de enero, se abre nuevamente la polémica sobre lo que ya es lugar común no solo en el Perú sino en otras partes del mundo: la crisis de los partidos tradicionales.

Sin duda alguna la carga de responsabilidad de los mismos partidos en esta crisis tiene fundamento. Pero se debe esencialmente a su incapacidad de leer el nuevo ordenamiento social que anima diversas plataformas reivindicativas, muy distinto al que acogía como único intermediario de sus aspiraciones a las organizaciones políticas.

Es un fenómeno antiguo y ya estudiado. En medio de la pugna ideológica que caracterizó la partidocracia post revolución rusa, las sociedades abiertas desarrollaron lo que el sociólogo chileno Luis Maira denominó “grupos monotemáticos” (demandas particulares como intangibilidad territorial, titularidad de propiedades, acceso al agua, derechos ambientales, de género, raciales y otros) los cuales presionaban por la satisfacción de sus aspiraciones demostrando el vigor sus bases. Algunos partidos pactaron con ellos y hasta incorporaron a las listas parlamentarias a sus representantes.

Sin embargo, esos partidos los usaban y subordinaban. La burocracia militante se imponía. No respetaron el pacto. Los grupos monotemáticos los abandonaron y buscaron otras orillas de intermediación o ellos mismos se convirtieron en interlocutores directos ante el aparato público para alcanzar sus fines. Ello se expresó en el Perú profundo a través de los llamados “frentes de defensa” que alcanzaron más objetivos que los políticos oficiales.

Curiosamente los primeros en comprender esta dinámica fueron los viejos partidos de los Estados Unidos, el Demócrata y el Republicano. Así lo destacó Maira desde mediados de la década del 70 del siglo pasado. Tuve ocasión de comprobarlo en la campaña presidencial de 1991 que llevó por primera vez a Bill Clinton a la presidencia. Periodistas latinoamericanos recibimos de la comunidad gay de Nueva York sus razones para respaldar al entonces gobernador de Arkansas quien prometió (y cumplió) impedir la segregación de sus miembros en las fuerzas armadas.

Otro que así lo entendió fue Evo Morales en Bolivia. Su partido, el MAS, no es otra cosa que un recipiente de diversas organizaciones sociales muy enraizadas en el país altiplánico. Expliquémonos entonces por qué, pese a la naturaleza autoritaria de Morales y darle la espalda a un referéndum que le impedía postular por cuarta vez, el candidato del MAS a la presidencia Luis Arce lidera hoy la preferencia ciudadana.

Los partidos que sobrevivirán, entonces, no serán aquellos que abran sus puertas a más militantes sino los que acojan con verdad compromiso al nuevo rostro social del Perú.