El presidente fallido
Es innegable que a Martín Vizcarra le quedó grande el encargo de asumir la presidencia de la República. Las cifras avalan mi cruda premisa. Y no me refiero a los resultados de volátiles sondeos de opinión sino a data irrefutable emitida por el propio gobierno.
Por ejemplo, hace un par de días el BCR ha sincerado la proyección de crecimiento económico a solo 2.7 %. La proyección original fue de 4.5 %. Asimismo, el MEF informó que la inversión pública creció cero por ciento en el primer semestre de este año. En lo que va de 2019 más de 1,200 recién nacidos fallecieron en diversos hospitales públicos a causa de la ineptitud de este gobierno.
En el sector educación más de 27,000 colegios públicos se caen a pedazos y unos 12,000 no cuentan con agua y desagüe según el propio Minedu. El INEI precisa que la percepción de inseguridad ciudadana en lo que va del año es de 85.3 %. Y podría seguir con más cifras…
Sin una visión clara, con una pésima gestión, sin partido, sin bancada y con ministros grisáceos, a Martín Vizcarra no le quedó de otra más que recurrir con al populismo para disimular sus falencias como gobernante.
Incapaz de atender las necesidades primarias de la población, Vizcarra estructuró una narrativa falaz que lo encumbraba como el gran reformador del bicentenario. Los medios, la izquierda antisistema y el caviaraje presupuestívoro, sus mejores aliados. Los cantos de sirena prometían la reforma del sistema de justicia para tener mejores jueces y fiscales; lograr que se apruebe la reforma política y luchar frontalmente contra la corrupción.
Para hacer populismo también se requiere cierto nivel de eficacia y eficiencia. No basta con discursos vacuos o prometer el oro y el moro. Se debe exhibir siquiera un resultado concreto para seguir encandilando al pueblo.
Veamos… La reforma del sistema de justicia es un completo fiasco. La vehemencia demagógica de Vizcarra lo único que ha conseguido es que no exista quien fiscalice y sancione a los malos jueces y fiscales. Ya no hay CNM y tampoco tenemos la prometida Junta Nacional de Justicia.
La reforma política es otro tema trunco. Se hizo tanto alboroto por y para nada. Y sobre la lucha anticorrupción frontal, hay que recordar que el propio entorno del jefe de Estado está siendo cuestionado o investigado por temas ligados a Lava Jato.
Su último recurso era patear el tablero y forzar un adelanto de elecciones. Morir matando como se dice. Pero esto tampoco lo ha podido concretar. El mensaje a la nación del viernes último da fe de ello.
Finalmente, la absurda cuestión de confianza con la que se pretende impedir la elección de un nuevo Tribunal Constitucional es solo una bala de salva con la que el mandatario busca obtener un poco de oxígeno político y de paso consolar a sus guaripoleras que ya rondan su yugular. Y mientras tanto, el país sigue a la deriva.