El trasfondo del plan de paz de China para acabar la guerra
La alianza estratégica entre China y Rusia, fortalecida por la guerra de Moscú contra Ucrania, solamente se explica mirando ambos países al rival común en el mundo: EE.UU. Y pensar que en los años 70, la consecuencia del viaje del presidente estadounidense, Richard Nixon, a China en 1972, para reunirse con su homólogo Mao Tse-Tung, fue acabar con la supremacía geopolítica soviética en el espacio asiático y lo consiguió.
En efecto, China fue incorporada al Consejo de Seguridad de la ONU por Taiwán, y luego, con el modelo capitalista hacia afuera de Deng Xiaoping, se fueron para arriba. El ajedrez acordado entre Washington y Pekín exasperó a la entonces Unión Soviética debiendo morderse los dientes. Hoy Moscú más bien muestra la sonrisa al aliado que algún día le arrebató su liderazgo asiático y hasta el lugar que ostentaban compartiendo el mundo bipolar con EE.UU. que por cierto, una década después, quedó desvanecido por la extinción de la Unión Soviética.
Hoy Pekín y Moscú, en cambio, se juntan para que sus objetivos no se vean frustrados. Los de China evitando una guerra que pueda expandirse y comprometer a otros actores del globo, deteniendo su proyecto geopolítico y comercial de la Franja y la Ruta, que no es otra cosa que la conquista económica del mundo en la que están concentrados llevando adelante su reconocida práctica de depredadores de recursos naturales por todo el planeta. Pero el plan chino también revela que Rusia está cada vez más menoscabada por las letales sanciones económicas impuestas por Washington.
El frente interno ruso yace vulnerable y las juventudes moscovitas preferirían hasta vacacionar en Siberia antes que alistarse en el otrora ejército rojo. La cabeza de Putin tiene precio y para no ser derrotado en la guerra contra Ucrania necesita oxigenar su alicaído ritmo belicista por más que se muestre todopoderoso y los chinos lo saben, como también que todavía requieren de más tiempo para competir militarmente con EE.UU.
