El Waterloo de Boluarte
Presidenta Dina Boluarte, si usted sigue alegando no ser cómplice de un delincuente prontuariado y condenado por la Justicia, como Vladimir Cerrón Rojas, hay dos interpretaciones: o lo disimula excelentemente bien, o es usted incompetente. ¡Por tanto, persona incapacitada para ejercer el cargo que ostenta desde hace año y un mes! Resulta un absurdo que el gobierno de un país que, en las peores épocas de su historia (aquellos espantosos 25 años de terrorismo), consiguiera que su Policía capture incluso a los más feroces criminales –buscándoles bajo las piedras– hoy no encuentre a este sujeto obviamente visible y reconocible. Esto, señora Boluarte, no se lo cree nadie, ¡ni usted!
Con riesgo a cansar al lector, debemos recordar sus afinidades y complicidades con el ex hombre fuerte que llevó al golpista, ágrafo, prosenderista Pedro Castillo –como a usted– a ocupar, respectivamente, la presidencia y vicepresidencia del gobierno del Perú. También usted, señora Dina Boluarte, fue quien abrió una cuenta bancaria a su nombre, para hacer una colecta a efectos de recabar los ochocientos cincuenta mil soles de reparación civil que un juez de la República le impuso a su entonces jefe, ahora hace tres meses prófugo de la Justicia Vladimir Cerron Rojas, por robarle al Estado. Por si fuera poco usted entregó ese monto, abonado en efectivo, como “aporte económico solidario y voluntario, en mi calidad de secretaria de Economía” de Perú Libre”. ¿Le conocerá algo de su pasada trayectoria el prófugo Cerrón, como para que haya usted instruido a las fuerzas del Estado que “lo busquen”; cuando en realidad su orden sería “no lo encuentren”, para evitar así cualquiera revelación por parte de Cerrón Rojas que acabaría afectándola seriamente, presidenta Boluarte?
Veamos. La Policía Nacional del Perú tiene distintas dependencias, cada cual más especializada –empezando por la Dircote– para ubicar a los enemigos del Estado; y otras para capturar a los prófugos de la Justicia. De haber sido instruidas estas por usted, como jefa de la Fuerzas Armadas y la Policía Peruana, el mismo día en que usted firmaba esa orden, Vladimir Cerrón habría estado en una comisaría prestando declaraciones a un juez, listo para ingresar a alguna prisión de alta seguridad. Es más. El juez que vio la causa de Cerrón anunció con anticipación –y la prensa así lo difundió al país– el día y la hora en que leería su sentencia contra Cerrón. Y usted, como jefa de la Policía, debió ordenar, que días antes, el cuerpo policial lo ubique, siga y jamás permita que se fugue; antes, durante ni después de leída la sentencia que, anticipadamente, usted conocía iba a ser contraria al ex mandamás del partido que la encumbró a la vicepresidencia. Pero ni usted –ni nadie de su gobierno– movió un dedo. ¡Evidente señal de que la fuga de Vladimir Cerrón estuvo preparada!
El gravísimo hecho de que, desde entonces, Cerrón continúe en la clandestinidad será su Waterloo, presidenta Boluarte. A menos que recapacite y esta misma semana aparezca el susodicho ingresando, esposado, a algún penal de altísima seguridad.
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