¿Hasta cuándo, ciudadanos congresistas?
La ilimitada inmoralidad e indecencia de un tipo como Pedro Castillo está causándole un daño incalculable a la sociedad peruana, acostumbrándola a pensar que ejercer el poder es sinónimo de robarle al país; y que se gobierna para satisfacer al ocupante de palacio a costa de sacrificar al ciudadano. Pero asimismo, esta inconducta de Castillo le asesta un duro golpe al propio país, exhibiendo a diario todas sus miserias al frente de la comunidad internacional. No obstante, la casta política instalada en el Legislativo se resiste a vacar a este individuo corroído por la corrupción, pletórico de incapacidad para ejercer el cargo presidencial, y poseedor de una incomparable sinvergüencería que hace que todo le resbale. Castillo se sabe seguro de que, con este Legislativo, no será removido de palacio. Su espíritu pervertido ha acabado comprando la conciencia de al menos una docena de congresistas de Acción Popular, Alianza para el Progreso, Podemos, Morados, etc., que, diariamente, traicionan a sus votantes; la gran mayoría de los cuales demanda que el Congreso destituya cuanto antes al envilecido Castillo.
La coyuntura por la que hace un año atraviesa el Perú es cada día más desesperada. Las noticias que ofrecen diversos medios independientes denuncian cotidianamente la aparición de nuevos miembros –familiares y amigos- de Castillo que participan en esta organización criminal. Pero, a su vez, la ciudadanía aplaude la sucesiva incorporación de muchos ex copartícipes del todavía presidente, como colaboradores eficaces de la Justicia. Todos decididos a denunciar el mecanismo de asalto al Estado montado por el comunismo que encarna el mandatario. Estamos frente a una clásica organización criminal, según lo ha determinado el Ministerio Público. La capitanea nada menos que Pedro Castillo, quien medraría del Fisco vía licitaciones, adquisiciones, contratos, etc., fuera de utilizarlo como proveedor de puestos de trabajo para miles de amiguetes y parentelas. Mientras tanto, el hombre de la calle es víctima de un desempleo rampante acompañado del incesante aumento del costo de vida; y de una escasez de pronóstico reservado. Por lo demás, los peruanos somos víctimas de una colosal inseguridad ciudadana, que nos coloca como una de las primeras naciones del planeta en cuanto a índice de criminalidad. La angustia popular es generalizada y el descontento de Juan Pueblo es cada hora más evidente.
Sin embargo cual sanguijuela Castillo permanece mamando de la ubre estatal rodeado de una parafernalia de delincuentes que, en paralelo, fungen de ministros, consejeros, asesores, lobistas, jefes de reparticiones públicas; tanto uniformados como civiles sin capacidad alguna. ¡Ejemplo, el actual secretario de Palacio Beder Camacho, que muy orondo exhibe en su currículo haber sido chofer de Ollanta Humala!
Cómo será de triste la realidad peruana, que hoy por hoy Ollanta Humala vendría a ser un lord inglés frente a Castillo; y el ex Secretario de Palacio Bruno Pacheco parece un cardenal comparado al impresentable Camacho. La decadencia se ha instaurado en el Estado peruano, en grave detrimento de la sociedad entera e imperdonable perjuicio para nuestra patria. ¿Algún día lo entenderán los congresistas que aún apoyan a Castillo?
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