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Hora de consensuar el centro político

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Fecha Publicación: 22/09/2023 - 23:00
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Hace un año y ocho meses que venimos exigiendo al gobierno, sin éxito alguno, que muestre su programa de trabajo llamado Plan de Gobierno. Evidentemente no lo tuvo, no lo tiene, ni –ahora ya está comprobado– tampoco le interesa tenerlo. Una censurable improvisación que viene provocando mayores problemas, especialmente económicos: aunque con severas consecuencias sociales y políticas.

Vivimos una permanente improvisación en medio de una coyuntura semejante a las peores crisis generales que ha soportado esta nación. El resultado es esta sociedad partida en pedazos, cada cual más preocupado; desesperado por la situación presente y, con mayor razón, futura. Durante los últimos siete años, Perú ha sido gobernado por seis presidentes. Prueba más que suficiente del descalabro institucional en el que se encuentra nuestro país y, clara demostración del desastre que es ahora nuestro Estado. Por si fuera poco, no existe confianza en nada ni nadie, porque vivimos en medio de un ambiente de corrupción generalizada. Empezando porque siete jefes del Estado están acusados de corrupción; tres ya envueltos en graves imputaciones fiscales y/o judiciales. A la vez, la podredumbre ha corroído las entrañas, tanto de la Fiscalía (teatralizada por dos fiscaletes: Rafael Vela y Domingo Pérez) como del poder Judicial, resquebrajando la moral pública a estratos indescriptibles.

Vivimos pues un momento realmente estremecedor, en medio de nuevas amenazas de apocalípticos perjuicios. Esta vez derivados de la madre naturaleza, lo que viene causando daños colosales –sobre todo en los sectores agrícola y pesquero– que afectarán la economía nacional (aún con mayor intensidad la popular), porque los vaticinios climatológicos apuntan a la llegada de lluvias torrenciales con presagios de huaicos, riadas y sus respectivas consecuencias que enlutan y empobrecen más –si todavía se puede– al segmento desfavorecido de la sociedad. Hablamos de gente que vive en la más absoluta marginalidad e informalidad (80%), desprotegida por –e indiferente a– el Estado, y ajena a toda estadística poblacional.

Por suerte el Perú ha demostrado tener una sociedad resiliente, no solamente capaz de soportar las peores coyunturas, sino de superarlas con sacrificio; aunque siempre con expectativa. Prueba de ello fueron aquellos años de quiebra nacional –durante los últimos años de la década de los ochenta– al extremo que el Banco Central de Reserva incorporó ese oxímoron de las “reservas negativas en moneda extranjera”, para graficar la magnitud de la debacle nacional. De manera que el abatimiento no debe estar en nuestro léxico ni en nuestras perspectivas. Habrá que esforzarse más, eso sí. Y sacrificarse todavía más, también. ¡Pero de la crisis económica saldremos con toda seguridad! Salvo –y esta salvedad implica afanarse por buscar un común denominador dentro del centro político nacional– que cometamos la torpeza de votar, otra vez, por ágrafos, extremistas, terroristas y corruptos, porque el centro político peruano es incapaz de encontrar un candidato de consenso para enfrentar el grave momento que vive la patria.

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