La Cancillería sigue en falta
En esta columna, expusimos hace poco lo indignante que resulta tamaña campaña desestabilizadora de la izquierda marxista latinoamericana contra el Perú, que se refleja en una agraviante “carta en defensa del golpista Pedro Castillo, firmada por Alberto Fernández, Andrés Manuel López Obrador, Luis Arce y Gustavo Petro, presidentes de Argentina, México, Bolivia y Colombia, respectivamente”. Pusimos en claro, igualmente, los comentarios del Foro de Madrid, advirtiendo que la izquierda regional pretende “incendiar el Perú con violencia, terror y muerte (…).” Cita como ejemplo que “Evo Morales, a pesar de haber sido declarado persona non grata y tener prohibido ingresar al Perú, insiste en generar otros episodios de esa ´brisita bolivariana´ que arrancara en Ecuador (2019), siguió en Santiago de Chile (2019), luego en Colombia (2019), y pretendió hacer lo mismo en el Perú justamente ese mismo año, a efectos de subordinarnos a los intereses del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla.” La campaña contra nuestro país se enfoca en acelerar nuestra conversión en dictadura estilo cubana, nicaragüense o venezolana, disolviendo el Congreso, y desaforando/encarcelando a Dina Boluarte (como sucediera con la expresidenta Añez de Bolivia), para dar paso a que Pedro Castillo sea repuesto en la presidencia; simultáneamente desatando un proceso de persecución y represión política contra la oposición democrática peruana. Es más, para acentuar esta coyuntura desestabilizadora, a la campaña antiperuana se suman los organismos de la “justicia transnacional”, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con el propósito de imputarnos la condición de “país sistemáticamente violador de los derechos ciudadanos, incluyendo los DDHH”. En este orden de ideas, el Perú está huérfano de respaldo mundial, en medio del fuego cruzado de desprestigio de la izquierda orbital, sin que nuestra Cancillería establezca una postura firme y sin consolidar respaldos indispensables, como alguna vez nos confió EE.UU.
Sin duda, sobre lo último ha influido el malestar de la Casa Blanca tras conocer la inversión conjunta, en las instalaciones del puerto Chancay, de la minera peruana Volcan y el conglomerado chino Cosco Shipping Ports Ltd. ¡Pero la falta de respeto diplomático de la que somos víctimas llega a niveles paranoicos! Revelamos hace poco que el congresista Ernesto Bustamante denunció, ante el Parlamento, que el Embajador de Rusia, Igor Romanchenko, tuvo la insolencia de proferir, delante suyo, “frases muy ofensivas contra la presidenta de nuestro país”, alentando asimismo su deseo que la presidente Boluarte “sea encarcelada”; se genere un “cambio de ministros”; (¿?) y que en nuestro país “se desate una revolución”. Esta embestida, repetimos, fue denunciada ante el Pleno del Legislativo, de manera que la conoce la canciller Gervasi. Como también sabe las confabulaciones del foro de Sao Paulo y la CIDH. Sin embargo, en ningún caso hemos visto y/o escuchado una protesta diplomática de nuestra cancillería.
Si la canciller Gervasi decidió hacerlo por canales reservados, ¡pues hizo muy mal! Porque los ataques del Grupo de Puebla, de los citados cinco presidentes, la CIDH y el embajador ruso han sido, todos, de absoluto conocimiemto público.
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