¡La hora del Tribunal Constitucional!
Perú es el país de los absurdos. Acá mandan quienes pisotean las leyes, secuestran las instituciones del Estado con absoluta impunidad –incluso el aplauso de la prensa venal– y tienen chantajeadas a las principales autoridades de la nación. Ejemplo de ello es una prepotente decisión del Poder Judicial respecto a prohibirle al Legislativo que cumpla una de las funciones que, de manera expresa y exclusiva, le asigna la Constitución: su capacidad para inhabilitar a los miembros de la Junta Nacional de Justicia (JNJ). El Congreso ha rechazado este atentado por parte del poder Judicial, autorizando al presidente del poder Legislativo a interponer demanda competencial y medida cautelar ante el Tribunal Constitucional (TC) contra el legicidio perpetrado contra el Parlamento. ¡Próximamente, el Tribunal Constitucional debe emitir su fallo! La írrita intromisión del poder Judicial, en menesteres del Parlamento Nacional, no es sino reflejo del quebrantamiento que soporta el nuestro Estado. Perú viene siendo sistemáticamente desmembrado por la mafia envilecida, extranjerizante y corrupta de los caviares, apropiándose de parcelas clave de nuestra administración pública para, desde allí, gobernarlo, sin que quienes integren aquella camorra hayan sido electos por el Soberano para hacerlo. Venimos repitiéndolo hasta el cansancio. El Ministerio Público –o Fiscalía de la Nación– es el verdadero centro de poder de esta mafia caviar, porque, desde allí, coacciona, boicotea, impone, amenaza, chantajea, presiona y conmina a todas las demás autoridades estatales, para que cumplan sus ucases. Caso contrario, les recaerá todo el peso de la ley (¿?), vía una combinación de fiscales y jueces politizados, que actúan cumpliendo consignas que imparte el poderosísimo Ministerio Público, convertido en la verdadera y única autoridad que manda en este humillado y despedazado país.
El Tribunal Constitucional (TC) tiene entonces, entre manos, la clave para empezar a solventar la recomposición del Estado peruano. Ello parte de la imperiosa necesidad de enajenar a los caviares el poder que detentan por haber secuestrado la Fiscalía de la Nación. Tarea que corresponde planificar, proponer, persuadir y, finalmente, ejecutar al poder Legislativo, consiguiendo que la mayoría calificada de legisladores comprenda que esta nación seguirá siendo cada día más inmanejable. ¡Hasta que implosione y venga el caos trajeado de revolución bolchevique, donde se desate el sálvese quien pueda y seamos pasto de una tragedia verdaderamente infernal! No es viable una nación regida por un Estado secuestrado por el hampa disfrazada de políticamente correcta, siendo una partida de delincuentes que se presumen dueños de la verdad siendo unos impresentables corruptos; eso sí, trajeados de señoritos. Basta ya de engañamuchachos, amable lector. Este país no aguanta un minuto más secuestrado por los caviares, mafia a la que abomina Juan Pueblo.
Ha llegado el momento de liberar a nuestro Estado del infame secuestro en el que lo mantienen los prepotentes, corruptos caviares, liderados por gentuza como ese tal Gorriti, que hace gala de todopoderoso sin tener mas razón que la prepotencia de seguir utilizando, para sus propios intereses –y los de su jefe George Soros–, a toda una nación poblada por 33 millones de entristecidos, oprimidos connacionales.
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