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La metamorfosis de Keiko Fujimori

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Fecha Publicación: 20/05/2023 - 23:00
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Tal vez resentida con la sociedad por los tres consecutivos reveses electorales que ha sufrido en segunda vuelta: 2011 ganó Humala (7’937,704) votos; Keiko segunda, con 7’492,547 votos; 2016 ganó Kuczynski (8’596,237 votos); Keiko segunda, con 8’555,880 votos; y 2021 ganó Castillo (8’836,380 votos), y Keiko segunda, con 8’792,117 votos, la lideresa del partido Fuerza Popular, sucesor de la agrupación Cambio 90 que fundase su padre, Alberto Fujimori, mantiene una conducta permanentemente desconcertante, lindante con la antipatía y/o el rencor a sus simpatizantes. Actitud que, conforme avanza el tiempo, pareciera estar acentuándose a extremos cada vez más confrontacionales.

Es evidente que Keiko está asesorada por sus más cercanos colaboradores, entre los que destacan Luis Galarreta y Miguel Torres. Ambos tendrían mucho que ver en la metamorfosis que viene exteriorizando la lideresa de Fuerza Popular, yéndose progresivamente hacia la izquierda en una evidentemente trasnochada táctica para captar el ansiado voto de la clase más numerosa. Porque ella ya debería haberse percatado de que su giro siniestro jamás podrá igualar a la demagogia que exteriorizan los candidatos salidos de las canteras socialistas, comunistas y demás vertientes rojas. Los izquierdistas siempre permanecerán un paso más adelante que ella.

Por el contrario, debido a esa cada vez más notoria transfiguración ideológica de la lideresa de Fuerza Popular, en la práctica tanto el centro como la derecha peruana van quedándose sin líderes. López Aliaga, por ejemplo, comprometió su palabra a que continuará en la alcaldía limeña hasta concluir su mandato; y De Soto ha reconfirmado ser un veleta nada confiable para este sector.

Con tal escenario como fondo, ¿cómo así, entonces, Keiko optaría por abandonar a su electorado de siempre, yéndose a las antípodas ensayando una personalidad que jamás podrá ni menos sabrá interpretar? Oficialmente, esta transformación empezó cuando Keiko dio una conferencia en la universidad Harvard, donde lo primero que hizo fue criticar fuertemente al gobierno de su padre, y ensayar un panegírico a las tesis pro aborto y matrimonio gay. Asimismo, alabó a la CVR, patrimonio de la izquierda caviar, afirmando que “tuvo aciertos, colaboró con la pacificación, y permitió generar estabilidad económica (..) Ha sido positiva para nuestro país”, sentenció finalmente, claudicando frente a lo que ella rechazara tan acremente durante décadas. ¡Aquello fue su punto de quiebre!

El jueves pasado, Keiko dio un paso más en su mutación ideológico-política al ordenar que el partido que lidera tras bambalinas vote sospechosamente por la candidatura a Defensor del Pueblo de un mequetrefe, implantado por Vladimir Cerrón -nada menos-, sellando así una alianza diabólica con el grupo que llevó a la presidencia a un lego/golpista/corrupto/destructor del país como Castillo. Este gesto es una manifiesta campanada de alerta para quienes fueron tantas veces votantes de Fuerza Popular. Keiko carece de dedos de organista para jugar con fuego ante un apparatchik comunista como aquella izquierda extrema con la que acaba de sellar una diabólica alianza. ¡Y encima de todo, consciente de que abandona a sus seguidores en uno de los momentos más graves que haya experimentado la patria!

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