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La olla común

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Fecha Publicación: 12/06/2020 - 20:50
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La mañana perfila que hoy también será un día frígido y duro. Los niños aún duermen, pero pronto despertarán, saben que en la improvisada cocina, el desayuno es un ingrato pasajero que nos ha abandonado. En la casa contigua, las negras nubes rondan con su mensaje de incertidumbre y oscuridad. El mayor de los hermanos sintoniza uno de los noticieros matutinos donde las impostadas voces narran escenas de vidas ajenas a nosotros y de las que no entendemos nada. Es como si el viento se hubiera detenido para repetir como disco rayado su flagelo de completa indiferencia.

Al salir, la calle es extraña, no hay ni rastros de los traviesos niños que solían corretear ¿Acaso las calles también se han escondido? En la vereda del frente un pálido perro callejero husmea y aúlla con dificultad, se esfuerza en mover la cola para compartir la alegría que también se le va agotando, pero es suficiente como para anunciar que la oscuridad es vencible, que la mañana a pesar de estar fría traerá un poco de calor y que los malos días se marcharán.

Las horas pasan, el hambre acecha y en los ojos de nuestros niños flotan los panes ausentes y ajenos. Por eso las madres corajudas han conspirado contra esta cruel indiferencia. Están dispuestas a enfrentarla. Han decidido preparar una sopa caliente con enormes presas de amor, la cocinarán a fuego lento, porque las indiferencias no se acaban en un dos por tres, son como los huesos duros ausentes en nuestros platos, como lo dijo el poeta “Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida”. Para esta misión se han reunido manos, corazones, también vidas y también muertes que están ocultas en sus débiles cuerpos porque: “Llevadera es la labor cuando muchos comparten la fatiga”. Irán alimentando el fuego con el leño que cubre las paredes o el techo de sus casas.

¿Qué importan ahora las casas si la propia vida está en peligro? Preparar la olla común es una ceremonia especial que será ofrendada a la vida, porque el amor por la vida es el amor por los hijos.

Los niños y los que aspiramos a volver a ser niños veremos cómo se prepara la felicidad. Por eso, nuestras heroicas madres han instalado el fogón en el altar de la calle para hacer de tripas corazón.