La policía sovietizada
El presidente Castillo acelera su desbocada carrera hacia ninguna parte. Su obsesión es defenderse de lo indefendible. Lo hace en condición de cabecilla de una organización criminal, orquestada para asaltar el Estado. Así lo imputa la Fiscal de la Nación. Castillo pretende levantarse lo que pueda, en tanto siga al mando del país. Por eso este Parlamento debe sacudirse de complicidades, compadrazgos, corruptelas, miedos y cobardías, y zanjar pronta, definitivamente el trámite de su vacancia, antes que esta mafia nos convierta en Venezuela II.
Castillo olvida sus tiempos de dinamitero, cuando fue secretario de la facción senderista del sindicato de profesores. Secuestró decenas de manzanas de la capital para instalar allí al lumpen magisterial, integrado por los seguidores del movadef, brazo político ideado por el genocida abimael guzmán para blanquear su organización terrorista y meterla en la arena política. Semejante “proeza” lo encumbraría al estrado político. Y de allí a la presidencia del país. Pero el burro no recuerda que fue pollino. El domingo pasado, Castillo ordenó a sus huestes proterroistas –infilitradas en la la Policía Nacional, hoy al servicio de palacio, en vez de al servicio de la sociedad, como manda la Constitución- embestir a caballazo limpio y a lanzar indiscriminadamente gases lacrimógenos a decenas de miles de ciudadanos que marchaban por Lima, en justa protesta porque, en quince meses, la organización criminal que él lidera ha destrozado el Estado, perjudicando de manera brutal a millones de familias. Mujeres y ancianos no fueron respetados. Incluso fueron brutalmente golpeados. Gasearon cuadras de cuadras de la avenida Abancay, impidiendo con ello que avancen o retrocedan los protestantes, con el propósito de asfixiarlos. Lanzaron decenas de bombas lacrimógenas a los vehículos en los que se desplazaba la prensa nacional. Detuvieron a cientos de protestantes que reclamaban amparados en la Constitución. A través de Castillo, la cúpula senderista que gobierna el país ha convertido a la otrora Policía Nacional en Garde du Corps del comunismo instalado en palacio de gobierno. Se desempeña al servicio de un sujeto apellidado Castillo. Antes la Policía respetaba a los manifestantes. Es más. Era víctima del ataque de los incendiarios de la izquierda que rompían veredas y desarmaban parques para proveerse de piedras que usaban como proyectiles, además de palos y llantas que quemaban y lanzaban contra la Policía. Allí sí, la izquierda caviar hizo de las suyas -exacerbada por El Comercio, RPP, canales 2,4,5,6,7,8,9- soliviantando durantes 72 horas seguidas a los capitalinos, para que se concentren en lugares predeterminados -cada día- y salir a atacar a la Policía. El muerto que buscaban lo generaron los propios manifestantes de la izquierda caviar, asesinando a Inti y Brian y culpando a la Policía de su muerte. A aquella Policía que resguardaba la vida del Pueblo se le respeta. En cambio, amable lector, esta Policía sovietizada, inaugurada por Castillo, no merece el menor respeto. Los peruanos hoy no nos sentimos protegidos por esta Policía que ha perdido la batalla contra la delincuencia organizada. ¡Una Policía que respetaba al ciudadano, hoy sirve al tirano de palacio!
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