La progresía al calabozo
Martha Hildebrandt, la inteligente y eximia lingüista –además de perspicaz política–, ha dejado una extraordinaria huella de enseñanza que las autoridades del Ministerio de Educación debieran convertir en texto fundamental, para preparar a los peruanos del futuro en el uso correcto y el manejo ejemplar del idioma español; dejando atrás el rubor que produce escuchar a un compatriota maltratar, tan atrozmente, nuestro idioma oficial; como suele hacerlo la inmensa mayoría nuestros connacionales.
Pero claro, aquello es pedirle peras al olmo, en este país literalmente destrozado por las autoridades que, tras el golpe comunista de Velasco Alvarado, transformaron a la sociedad peruana en una tribu de resentidos sociales.
Y tornaron nuestras ciudades en aldeas de gente disminuida, imbuida de un mensaje vengativo característico de quien se considera inferior y, por tanto, apela a su animadversión para expresarse, de la forma más vulgar y grosera posible, creyendo que de esa forma destacará por su talante entre basto y altanero, propio de quienes fueron maleducados para figurar por su mala entraña como orgullo del deber cumplido.
Lamentablemente, años después estos mismos maleducados peruanos acabaron siendo sociopolíticamente deformados por la, entonces, nueva trova conocida como los caviares. Gente frustrada, que encaja vivamente con el resentimiento social que heredaron de generaciones de peruanos trastornados por la revolución roja de Juan Velasco.
Hablamos de una escoria de presumidos justicieros sociales, vencidos por aquel complejo de inferioridad que les producía el fiasco de ser unos ‘don nadie´, habiendo sido miembros de familias acomodadas venidas a menos por los avatares de la vida.
Como tales, la máxima aspiración de un caviar fue, es y será, “vengarse” de aquella desventura sembrando el virus de rencor contra aquel que le supere en inteligencia, habilidad, educación; consecuentemente sabiduría, éxito profesional y en cuanta virtud fuere posible.
Así surge esa progresía criolla, extraordinariamente reseñada por Martha Hildebrandt en una de sus inolvidables descripciones. Esta es: “Progresista es un ser fracasado que gusta culpar se sus miserias al ´sistema´, y procura que los demás reconozcan sus méritos como ´luchador social´ predicando a favor de la llamada ´justicia social´ que, en el fondo, consiste en que unos vivan a expensas de los demás, utilizando al Estado como cómplice.
Se les puede ver predicando su ideología en ONGs y en organismos públicos, nacionales e internacionales, donde solucionan todos los problemas desde sus escritorios con magníficos artículos llenos de palabritas como “articular”, “visibilizar”, “empoderar”, “desigualdad”; y destrozan el lenguaje con modismos sexistas como ´ciudadanos y ciudadanas´. Son muy orgullosos y gustan de hacerse pasar por intelectuales. Se les conoce también como ´parásitos sociales´.”
Hoy, los gorritis y toda esa pléyade de presumidos, prepotentes resentidos sociales secuestradores de la Justicia peruana, viven su cuarto de hora embriagados de poder, satisfaciendo su sed de venganza contra una sociedad que los tiene fichados como lo que son: un auténtico peligro publico que será procesado –y muy pronto condenado– por el sinnúmero de delitos en que se encuentran incursos. El principal de ellos, haber secuestrado, entre tantos, al Poder Judicial y al Ministerio Público.
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