La urgencia es manifiesta
Es una realidad que al Estado peruano sólo ingresa a trabajar –y permanecerá allí hasta su jubilación o muerte– la gente menos preparada de la sociedad. Ese drama se ha venido agudizando desde mediados del siglo pasado. Conforme el tiempo avanzaba aumentaba la población mundial y mejoraron las condiciones socioeconómicas, fundamentalmente.
Tras acabar la Segunda Guerra Mundial, las empresas en el Perú empezaron a modernizarse. Asimismo, comenzaron a surgir nuevos colegios, academias, universidades privadas. Los viajes fuera del país dejaron de ser patrimonio de las élites y la intercomunicación en el planeta se volvía cada vez mas fácil. La juventud fue aprovechando los avances de esa modernización y capacitación que ofrecía un mundo cada vez más moderno.
Esa realidad catapulta la competencia entre los jóvenes y dispara la emulación de nuestros emprendedores, que cada día se informaban más de los avances en el mundo gracias al desarrollo de los medios de comunicación. La televisión fue un boom que, aunque llegara tarde al Perú –fines del medio siglo anterior–, produjo gran impacto en todos los estratos nacionales.
Empezaron entonces a florecer las maestrías y progresivamente los doctorados universitarios, creando una lenta aunque definida demanda por la especialización del mercado laboral en el sector privado que, con el tiempo, fue siendo ocupado por los estudiantes más preparados; por tanto los mejor remunerados. Lamentablemente el Estado peruano no se adhirió a esa corriente. Desde entonces empezó la decadencia de todo lo estatal en el Perú, convirtiéndose en esclavo de la medianía de sus colaboradores.
Hoy nuestro Estado es de los mas ineficientes. sobrepoblados y corrompidos de todo el planeta. Paralelamente, poco a poco el sector privado ha venido decayendo. En particular, pagando los estragos de la “revolución socialista” de Velasco Alvarado, acelerándose esta desgracia conforme pasaba el tiempo y, sorprendentemente, la corrupción se extendía a este segmento vía el precedente sentado por el ex presidente Alejando Toledo.
Desde entonces, si bien inicialmente el Perú floreció en inversiones, empleo, energía, etc., nunca más ha conseguido remontar lo suficiente como para revertir esa sensualidad degenerativa que, gobierno tras gobierno, ha venido extendiéndose. Al extremo que hoy, nuestro Estado es casi inviable. Crisis que se refleja progresivamente en buena parte de los segmentos político y privado, infectados por rancias mediocridades y cada vez más tenebrosas corruptelas. ¡Mientras no rompamos este círculo vicioso, seguiremos en la decadencia y el caos que trae consigo!
Si la clase dirigente nacional sigue atollada en su transitoria comodidad, pronto el Perú será copado por mafias y gobernantes corruptos e incapaces. Como el que hemos soportado últimamente. ¡Las elecciones de 2026 serán rotundas! Como primera medida, es básico el cambio de miembros en el Jurado Nacional de Elecciones.
Paralelamente, es urgente buscar un líder capaz de captar a los mejores, los más capaces, los más preparados y más honestos peruanos, para dar paso a un cambio de mentalidad y de rumbo hacia el éxito que, alguna vez, tuvo este país, basado fundamentalmente en la buena educación de su gente. Restan tres años. La urgencia es manifiesta.
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