Lecciones de la violencia
La violencia que se ha desatado en el país, instigada por unos y auspiciada por otros, expresa varios temas a tener en cuenta por quienes, de cualquier modo, regentan el poder del Estado.
Un tema es que esa “capacidad de violencia” no es inventada ni improvisada; y, por supuesto, tampoco tiene que ver naturalmente con los motivos por los que se ha expresado, pues ha sido direccionada hacia fines impostados por los azuzadores.
Ahora bien, la “capacidad de violencia”, o de actuar violentamente por ciudadanos de varias zonas del Perú, existe de modo potencial y tiene explicaciones históricas que tienen que ver con las deudas que tiene el Estado peruano con muchos connacionales.
El resentimiento existe, y quien consciente de ello lo trabajó fue Aníbal Torres, quizá porque en él mismo existe y sabía que tocaría un nervio sensible y real, a partir del cual podría obtener como cosecha, aunque sea con demagogia, un poco de apoyo para Pedro Castillo.
La violencia transportada
La violencia que se desató en las regiones y provincias no les pareció suficiente y, además, sabían que arruinarían económicamente a los mismos ciudadanos que, participando o no, igual veían arruinados sus trabajos y negocios y, por ello, los primeros iban desertando y los segundos, generando una oposición cada vez más manifiesta.
Decidieron llevar la violencia a Lima y anunciaron pomposamente “la toma de Lima”; pero las personas trasladadas fueron muy maltratadas. Quienes les pagaron pasajes y contrataron, las sobreexpusieron y agotaron, conforme a planes estratégicamente pensados, desde la distancia.
Obvio que los “teóricos” que no marchan y solo “planifican”, no asumen ni el cansancio ni el agotamiento ni el desgaste ni el dolor ni los problemas sicológicos que generan los enfrentamientos violentos. Finalmente, tampoco hubo los muertos que esperaban, principal incentivo para seguir azuzando: la sangre.
La segunda o “verdadera toma de Lima” fue un fiasco, tanto como la primera, y luego, solo ha quedado el eco violento de los que todavía siguen embaucados, sin mayor sentido ni objeto, como en Puno.
La inversión en violencia
Es evidente que ha habido varios grupos interesados que coincidieron en tratar de socavar al Estado y ello mismo apunta y revela a los aliados que realmente aprovecharon al gobierno de Castillo.
Entonces la pregunta es: ¿si los que invirtieron dinero o azuzaron fueron personas del Vraem, mineros ilegales, contrabandistas y funcionarios que controlaron presupuestos, senderistas y otros aliados necesitados de exposición mediática, acaso todo ello no demuestra la entraña del Gobierno?
De otro lado, lo cierto es que en los hechos quedó demostrado que la criminalidad en el Perú ha avanzado tanto que, como Pablo Escobar en Colombia, ha pretendido disputar el poder mismo, tratando de retomarlo por la fuerza o, alternativamente, imponer una nueva alianza.
Finalmente, todo lo apretadamente referido da cuenta de la irresponsabilidad de muchos gobiernos que dejaron que la criminalidad avance en el Perú y la conciencia de ello mismo obliga y reclama generar políticas de combate real contra la delincuencia.
Por Pedro Angulo Arana
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