Los golpistas al calabozo
Si hay algún delito que los peruanos deben interiorizar como execrable, que además es desafiante, intolerable y condenable, es aquel que comete quien promueve o ejecuta un golpe de Estado. La razón es simple. En toda sociedad que se precie de civilizada y democrática, los ciudadanos se rigen por lo que dicta la Constitución que les otorga el Estado de derecho. Indispensable tanto para establecer las reglas del juego para entre la convivencia civilizada, así como para regular, determinar y amparar los pesos y contrapesos del poder político en la vida de todos los peruanos. En consecuencia, quien desafíe, o peor aún quien trasgreda el estatuto regulador de la actividad pública y privada entre peruanos, destroza el tejido social que engloba aquel concepto de nación que, precisamente, establece toda Carta Magna.
Por consiguiente, los golpistas merecen el absoluto desprecio de una sociedad democrática. Ameritan, aparte, el repudio de toda persona que busque convivir en una sociedad debidamente organizada, para que la ciudadanía viva en paz, armonía y desarrollo, separando, denunciando, procesando ¡y condenando! al ciudadano que retuerza la voluntad popular, con el propósito de satisfacer sus propios intereses. Afortunadamente desde inicios del milenio, la sociedad no ha seguido apoyando a los golpistas, como sucediera en siglos pasados.
Después de la experiencia fujimorista –1990 a 2002– surgió una corriente antigolpista que se ha mantenido viva. Aunque como casi todo lo que ocurre en esta politiquería barata que estrenáramos en este el siglo XXI, si bien la convivencia social sí ha rechazado el golpismo tradicional, no ha sucedido eso mismo con modalidades sofisticadas de golpe de Estado, ahora bautizados como golpes blancos. Claro ejemplo es el golpe que perpetró Martín Vizcarra que, gracias a la prensa venal que lo acompañó –y acompaña–, pasó casi desapercibido. Hasta que hace días un renovado, independiente Tribunal Constitucional TC declaró inconstitucional la trampa de la denegatoria “fáctica” de confianza.
La Constitución no habla ni podría hablar acerca de hechos fácticos. Esas son maquinaciones ideadas por la progresía caviar para sacarle la vuelta a la Carta. El hecho es que hoy en día Vizcarra, y su ex primer ministro Del Solar, son tan golpistas como Fujimori o el golpista/corrupto Castillo. Y ambos deberán ser procesados, condenados y, sin duda alguna, encerrados en un penal por veinte años, desterrados de la vida pública. Ambos tramaron y engañaron vilmente al pueblo y deben pagar lo ello.
Repetimos, este clásico ejemplo de la especie basura, llamado Martin Vizcarra, en connivencia con su mastín Salvador del Solar, el 30 de septiembre de 2019 dio un golpe. Lo apoyó gentuza como Gino Costa, payasete sin dignidad ni genes políticos, que actuó como chupe de Vizcarra para teatralizar –de modo muy chabacano, vulgar y criminal– una escena vergonzante sobre un libreto falsario, fundado en confundir a las masas populares con la falacia de la denegatoria de confianza.
¡El Tribunal Constitucional ya abrió las puertas al juicio político contra Martín Vizcarra, Salvador del Solar y Gino Costa, por ahora! ¡El Ministerio Público y el Poder Judicial tienen la palabra!
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