Los Partidos Ja, Ja, Ja

Para actuar en política nacional no hay otro camino que competir en elecciones como parte de una lista partidaria, ya sea en calidad de invitado (como fue mi caso) o en calidad de militante. Y es que nuestra imperfecta democracia representativa es –antes que nada–una democracia de partidos, aunque los politólogos insistan en referirse al caso peruano como el de una “democracia sin partidos”. La pregunta es: ¿qué clase de partidos?

Veamos la actual composición partidaria de los grupos parlamentarios en el Congreso: Partidos con dueños (APP, Somos Peru, Podemos Peru, Peru Libre), partidos sin líderes visibles (Avanza País), partidos que ignoran a sus supuestos líderes (Renovacion Popular), partidos de estirpe familiar (Fuerza Popular), partidos históricos en plena implosión (Acción Popular), remedos de partidos (Juntos por el Peru y Partido Morado) y un creciente número de “bancadas de izquierda” surgidas como consecuencia de la descomposición del otrora partido de gobierno.

De estos ilustres partidos y/o bancadas han surgido varios mochasueldos, uno que otro acusado de maltrato a su pareja, por lo menos un sospechoso de enriquecimiento ilícito, cómplices de la corrupción del régimen de Pedro Castillo (entre ellos Los Niños), un acusado de violación, un prófugo de la justicia, una “congresista virtual” y –aunque no haya acusaciones específicas hasta ahora– uno que otro congresista sospechoso de actuar como gestores de intereses privados.

Después de este recorrido por el espectro político del actual Congreso de la República, comprenderán porqué tomo como un piropo que –en palabras del congresista Guido Bellido– sea yo visto como un “Llanero Solitario”, desde que me convertí en el primer “congresista no agrupado” hace ya más de un año y medio al renunciar a la bancada de Podemos por razones de conciencia.

Eso sí. Con esta descripción del “estado de cosas” del establishment político no quiero decir que los partidos no sean fundamentales para el devenir de la democracia en el Perú. Por el contrario. Estoy convencido de la importancia capital de los partidos y la necesidad de devolverles su papel como interlocutores legítimos del interés ciudadano.

Pero no partidos como los que tenemos, sino partidos modernos, democráticos, sin dueños. Partidos con liderazgos competitivos, sin herencias familiares, alejados de intereses económicos particulares. Partidos con equipos técnicos y políticos capaces de ejercer –eventualmente– la labor de gobierno. Partidos conectados con los electores directamente y/o haciendo uso de las modernas tecnologías de comunicación con el fin de “representar” de manera fehaciente los intereses y preocupaciones ciudadanas, y no como sucede ahora.

En suma, partidos políticos que sean lo opuesto de los partidos que hacen las maravillas de la actual temporada circense del Congreso. Por mi parte, como buen Llanero Solitario, solo me queda decir: hi yo Silver!!!

Por Carlos Anderson

(*) Congresista de la República.

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