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Los verdes algarrobos de Julio Yovera

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Fecha Publicación: 28/06/2019 - 21:10
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Una sábana inquieta de frondosos algarrobos anuncia mi arribo a Catacaos. “Verde era el llano y azul el silbido de los pájaros”, escribió Julio Yovera; la descripción es exacta y me invade la melancolía a tiempos ancestrales. Estoy en territorio tallán; rápidamente se dibujan en mi memoria la estela de disciplinados agricultores y pescadores que dominaron el desierto y que sobrevivieron al avasallamiento prehispánico y a la conquista española. “Mañana, en los ojos de los hombres no habrá lágrimas, ni dolor en los senos de las madres” repite el poeta. Presiento que me observan los Dioses Walac y Mec-Non y el majestuoso Narihualá me atrae. Irrumpo en arena movediza de ayer: hoy, son sagradas tierras convertidas en campos verdes.

Milenarios perros Viringos husmean y juzgan que invado su morada; churres de tez curtida por el intenso calor sonríen sin notar mi presencia, el algarrobo que “Bajo el sol es sombra; paisaje y canción bajo la luna” me ofrece su sombra pero debo seguir caminando. A nuestro poeta lo Imagino sonriéndole a la vida y departiendo chicha de jora entre los suyos; vestido con su polo de algodón, una manta larga y un turbante que envuelve su cabeza; voceando al horizonte “Y si unos días aquellos que me buscan no me encuentran, giren al mar/ Y si el mar no lo tuvieran al alcance de los ojos, les pido que lo inventen/ Ahí estaré crecido de palabras y sueños”.

Siempre se afanó en buscar la aurora en cuerpo y alma. Sus poemarios “Cantos a la lluvia” y sobre todo “Testimonio para Micaela” nos acercan a su ideario. Son cantos para no olvidar nuestra historia y apostar por verdadera justicia; son cantos de enorme calidad humana comprometidos con la patria; son cantos que buscan una nueva escuela para que los Pacos Yunque se forjen en nuevos ciudadanos y para que nuestra patria deje de estar secuestrado por los Humbertos Grieve.

El Namuc Achec Yovera, el poeta de estirpe tallán, nos convoca para rendir homenaje a su pueblo. Volvamos a sus raíces, hagamos coro y entonemos sus sueños de siempre: “Verde tus algarrobos, verde”.