Maestros: tortura en casa
Ella, una maestra de educación inicial y él, un maestro de matemáticas. Ella aún muy joven y él, próximo a jubilarse. Ambos trabajan en escuelas públicas. Ella vive en un cuarto alquilado, en Lima, con sus dos hijos, y él vive, con sus ancianos padres, en una zona marginal de Lima, donde la carencia de servicios básicos es lo que más resalta: los une su vocación de servicio y su enorme responsabilidad con nuestros niños, jóvenes y con el país. Así como ellos, nuestros maestros trabajan sin límites horarios para salvar una agonizante educación que se cae a pedazos. Sin embargo, a pesar que han trasladado las escuelas a sus hogares, papá gobierno los trata como a robots humanos.
Lo que están realizando los profesores de las instituciones educativas es admirable. Desde el inicio de la pandemia, hacen todo lo posible para que sus alumnos reciban una buena atención porque saben que “los maestros nos ayudan a encontrar el camino”. Sin embargo, ahora se les tortura exigiéndoles sin darles nada, los quieren convertir, a punta de una monumental y atosigante presión, en papelucheros para engordar los buzones de los burócratas del Ministerio con actividades sin ninguna significancia como son encuestas, informes, reportes, etc., etc. Pareciera que a los “expertos” del Ministerio les pesa el vacío en sus cerebros, por eso cada vez más ven a los maestros como a computadoras. Qué van a entender ellos que “La profesión del educador contribuye más al futuro de la sociedad que cualquier otra profesión”. Imagino que todo su esfuerzo está concentrado en contabilizar sus ampulosos sueldos por “el trabajo” de calentar los tapizados sillones del Ministerio. Qué van a entender ellos que en el hogar de los estudiantes los docentes no tienen ninguna influencia. Eso explica la inacción total, por eso no realizan ningún esfuerzo en dotarlos de una logística mínima para que los docentes, desde sus hogares, pongan todo su ingenio, creatividad y esfuerzo para atender y asegurar el logro de competencias mínimas en nuestros educandos.
Para agravar todo, el gobierno no entiende que los profesores también son un sector vulnerable y, desde hace décadas, están postergados en sus atenciones profesionales y reivindicativas. A pesar de todo eso, están demostrando que son seres extraordinarios, superdotados; en suma, son seres de otro planeta. Porque de ellos aprendemos que no se trata de “Cortar selvas, sino de regar desiertos”.