Mienten y callan
El valor de la verdad ha perdido un espacio importante en nuestra sociedad. Nuestros niños deben crecer siendo conscientes que por encima de todo está la verdad. Nuestro compromiso con la verdad se sustenta en la formación que tuvimos en casa, a las enseñanzas que recibimos en el colegio o nuestras iglesias. En resumen, está vinculado a la educación, pero, siendo más precisos, a la EDUCACIÓN CON VALORES.
Los acontecimientos de las últimas semanas nos vienen mostrando cómo en nuestro país se tiene tan poco aprecio y respeto por la verdad. Ocultarla, parece ser ahora parte de una perversa estrategia legal. Mentir, una forma de enredar la acción de la justicia. Culpar a otros, el plan perfecto para no asumir la responsabilidad.
Lamentablemente quienes han sido elegidos o designados para conducir nuestro país, en vez de liderar con el buen ejemplo, están enfrascados en una inescrupulosa disputa por el poder.
Estos “líderes” influyen negativamente en el comportamiento de nuestros niños y jóvenes en proceso de formación en principios y valores. Ante está distorsión de la realidad y la indiferencia, con todo lo que pasa a nuestro alrededor, parece que consideramos más “divertido” celebrar un “meme” que reflexionar y analizar la trascendencia de quienes no cumplen su función o se coluden para no investigar, ni sancionar un acto delictivo.
Preocupa también la falta de compromiso con la verdad y la ética de algunos medios de comunicación y sus periodistas, quienes, poniendo por delante sus intereses o preferencias políticas, no cuestionan la mentira y apoyan su difusión. Como si repitiendo tantas veces la mentira se fuera a convertir en verdad. No hay medias verdades, la verdad es una sola.
El manipulado proceso jurídico por ocultar la verdad es la misma película que hemos visto muchas veces, sólo cambian los actores. Los investigados, ante las denuncias, comienzan negando, mintiendo o asisten a “declarar”, pero se mantienen en silencio. Sólo, ante las evidencias, comienzan a “recordar” cambiando sus declaraciones iniciales por mentiras o dichos sin corroborar que la “justicia” acepta o ignora dependiendo si conviene a los intereses de sus allegados. Lo más grave es que en medio de la polarización y la confrontación hay una cofradía de abogados y periodistas expertos en defender y justificar a quienes descaradamente mienten.
La distorsión de valores ha evolucionado del triste “roba, pero hace obra” a un peligroso “dicen que miente, pero le creo”.
Debemos exigir que todas las denuncias sean investigadas y corroboradas, acusando a los delincuentes y sancionando severamente a los que mienten. Si los peruanos queremos volver a confiar, la clase política tiene que cambiar. Necesitamos personas, capaces y honestas para gobernar, legislar e impartir justicia, que lideren un nuevo momento para nuestro país.
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